Héctor Abad Faciolince, nos conduce en estos relatos por diferentes lugares cada día de la semana, en este caso la línea entre la fantasía y la realidad se confunde en su narración, Aquí os dejo el enlace al relato completo.
Raquel Marín
(…) La señora, con una firmeza dulce, le indicó que se dirigiera a una de las calles cercanas al puerto, el Bulevar Artigas, donde al anochecer se pasean y se paran, exhibiendo sus dotes, prostitutas jóvenes y atractivas, con botas altas blancas y senos prominentes. La señora las iba mirando bien hasta que escogió una, y le pidió a Daniel que parara. Sin bajarse del taxi, por la ventanilla, contrató con ella un precio, sin regatear, y le explicó el servicio. La prostituta aceptó y se subió en la silla de atrás, con la madre. Ella le indicó al taxista que se dirigiera a un burdel bastante conocido en Montevideo, el Bellavista. Este era una especie de motel de paso, y el portero miró mal al extraño cuarteto que pedía un cuarto. La madre le pidió al chófer que los esperara un rato y se bajaron los tres: el hijo con problemas, la madre anciana y la prostituta. Subieron a un cuarto y pasaron un rato allá. El señor Corbo esperaba y mientras tanto componía en su mente lo mismo que ustedes se imaginan ahora. Antes de media hora habían bajado y el muchacho venía muy contento, mucho más tranquilo que antes. Todo el tiempo aplaudía, feliz. La señora le confesó que esa era la mejor manera de calmarlo. Y como le dio la impresión, correcta, de que Daniel era un tipo discreto le preguntó si no sería posible que cada ocho días, los martes a las cinco, fuera por ellos a la casa y los acompañara al mismo bulevar y al mismo motel. Así lo hicieron durante años. El muchacho, desde que se montaba atrás la puta de turno, empezaba a aplaudir, dichoso con lo que sabía que iba a pasar, y había que controlarlo para que no se pasara de inmediato al puesto de atrás. (…)