Hay que ver como se escandalizan los peperos y la caterva derecho-mediática cuando ven las manifestaciones de los mineros. Justo, esos mismos a los que les importa un pito que se mueran comarcas enteras, comarcas que viven de las minas, comarcas donde sin las minas no hay nada.
Este problema colea desde siempre, y desde siempre, tirios y troyanos, han asegurado que lo iban a arreglar, sin haber movido un dedo.
Aún suponiendo que el carbón no sea rentable, la solución no puede pasar nunca, por cerrar sin más las minas. Porque aquí se trata de incentivar un plan de empleo y en un periodo medio, de cinco a diez años, tener una alternativa laboral que permita paulatinamente que los mineros encuentren una nueva ocupación.
Estamos hablando de 200 millones de euros, una cantidad que parece una miseria si la comparamos con otras ayudas obscenas, como las de la banca.
Y es que este gobierno ha demostrado ser esclavo de los Mercados e importarle un pito las personas. Insensibles, no son incapaces ni tan siquiera de sentarse a hablar, de intentar encontrar una solución. Un ministro como Soria que pasaba por allí, y un gobierno al que no le interesa en absoluto las ‘menudencias’. Ellos se dedican a cuestiones más importantes como salvar a Bankia. Lo de los mineros es una fruslería. Simplemente pasan la apisonadora y arrasan comarcas enteras, dejando a pueblos enteros en la ruina.
Estoy con los mineros, con gente que ve como se aproxima el vacío, como desaparece su futuro, como muere su tierra. Porque hay que salvar a las personas antes que a los bancos.
Y qué decir de sus mujeres valientes, capaces de enfrentarse con el poder, de defender a sus hombres, de defender a su familia, su tierra, de manifestarse donde y como haga falta. Con valentía, con la razón que les asiste.
Ayer, esas mujeres, se manifestaron dentro del Senado. Dentro de ese cementerio de elefantes que no sirve para nada, pero que cuesta lo que ellas necesitan para mantener la vida de su familia a flote.
Piden trabajo para su compañeros, piden pan para los suyos. Y mientras, cuando mostraron sus camisetas de protesta, el ínclito Pío García-Escudero pedía que se desalojara la tribuna, con cara de asco y con petulancia.