EMILIO MONJO
Nuestro encuentro hoy, amigos, lo tenemos en la emoción de un recuerdo, reforzado por el repique del almanaque: en un mes serán 450 años del auto de fe donde quemaron vivo a Julián Hernández (“Julianillo”) y otros miembros de la iglesia de Sevilla. Y estamos juntos delante del brasero, al poco serán ceniza los cuerpos muertos de fieles cristianos condenados por la Inquisición… también el muñeco con el que han representado la memoria, para quemarla, de Constantino Ponce de la Fuente.
No estamos solos en la tarde de este 28 de octubre. El entorno del lugar ahora es centro de cultura, la Biblioteca Pública Provincial. (Cerca están varios sitios culturales y el propio Rectorado de la Universidad de Sevilla.) Nos acompañan escritores premiados por sus obras sobre el tiempo novelado y sus circunstancias de la Sevilla del quemadero. Personas de diversas parcelas y miradas de España, algunos de Norteamérica, la directora de la biblioteca. Todos con la alegría respetuosa de la memoria recuperada. La libertad siempre vence.
Estamos, pero lo que importa es que estén las palabras y obras de los que aquí murieron para siempre vivir. ¡Y están!