Revista Opinión

En España, Hacienda ya no somos todos

Publicado el 14 abril 2018 por Franky
Cuando el ciudadano no tiene confianza ni siente aprecio por su clase dirigente, a la que considera corrupta, los impuestos son un expolio. --- En España, Hacienda ya no somos todos La campaña anual del pago del IRPF ha comenzado y millones de españoles realizan en estos días su declaración de la renta, una ceremonia que debería ser motivo de satisfacción porque con ese dinero se contribuye a financiar los gastos y servicios comunes necesarios, pero que en España es un suplicio lleno de frustración y desconfianza. Hubo un tiempo, hace más de dos décadas, en el que los españoles todavía creían en la decencia de sus políticos y consideraban el pago a Hacienda como un deber cívico justo, pero aquella época, en la que se decía que "Hacienda somos todos", ya pasó a la Historia y está a años luz de un presente donde millones de españoles creen que el pago de impuestos es un abuso y una injusticia.

¿Que ha ocurrido en España para que "cumplir con el fisco" se haya convertido en un suplicio y para que millones de españoles se sientan estafados por el poder político?

Las causas de que pagar impuestos sea ahora un suplicio al que se acude como oveja al matadero son la corrupción que nos envuelve, el abuso de poder, los privilegios injustos de la clase dirigente, las injusticias reiteradas, los errores reiterados, como los pactos que otorgan privilegios y ventajas a los nacionalistas vascos y catalanes, el profundo deterioro de la democracia y el decepcionante comportamiento general de los políticos han roto la confianza de los ciudadanos en sus gobernantes y hasta en el mismo sistema.

Los escándalos de corrupción, desde los EREs al de la trama Gürtel, sin olvidar el robo de los Pujol, el tres por ciento catalán, el sonoro enriquecimiento de Urdangarín, el cuñado del rey, y muchos otros han ido corroyendo, como el ácido, la confianza de los españoles en sus políticos y en un sistema que ya está devaluado.

El terco mantenimiento de impuesto injustos, crueles, impopulares y anticonstitucionales, como el Impuesto de Sucesiones y Donaciones, que burla la voluntad de los muertos y castiga a los herederos sin piedad, cobrándoles cantidades abusivas que generan dolor, ruina y cierre de empresas, es otra de las causas del rechazo de la ciudadanía al pago de tributos.

Millones de españoles desconfían del recaudador y no saben si ese dinero que con tanto esfuerzo ha ganado y que el Estado le exige va a utilizarse para causas justas o si terminará en el bolsillo de cualquier corrupto con poder. Cuando el ciudadano teme eso, el cobro de impuestos no es un acto cívico sino un expolio. El Estado español y los partidos políticos y sindicatos están obligados a recuperar la confianza perdida de la ciudadanía y no existe otro camino para lograrlo que abordar la regeneración con todas sus consecuencias, aunque las cunetas del poder se tengan que llenar de cadáveres políticos y el sistema tenga que cambiar radicalmente.

Para volver a ser fiables y para conseguir el aprecio ciudadano, sin el cual la democracia no puede existir, los políticos tendrán que aprender a ser ejemplares, a dimitir cuando la sociedad sospecha de ellos, a rendir cuentas a los ciudadanos, a cumplir sus promesas electorales, a renunciar al robo y al despilfarro, a limitar seriamente sus poderes y privilegios y a servir a los ciudadanos, en lugar de servirse de ellos.

Cada español, según los ingresos que perciba y el patrimonio que posea, trabaja entre cuatro y ocho meses para el Estado, una servidumbre que se torna opresiva e insoportable cuando uno no tiene confianza en ese Estado que le cobra y exprime.

La realidad es la que es y, aunque fuera injusto, que no lo es, el sentimiento generalizado de que la clase política no es fiable existe en España y esa desconfianza constituye un problema que invalida y deslegitima la democracia, envenena la convivencia y frena el verdadero progreso.

Ese y no otro es el gran problema de España y el gran fracaso de la clase política que sustituyó al Franquismo. Su desprestigio ante la mayoría de los ciudadanos es supino y con ese lastre España nunco podrá ser un gran país.

Francisco Rubiales


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