Revista Cultura y Ocio
"Estoy en una esquina de Monterrey, de pie, esperando que llegue el autocar, con todos los músculos de mi voluntad reteniendo el terror de afrontar lo que más deseo del mundo. La aprensión y la tarde de verano me resecan los labios, que humedezco cada diez minutos, a lo largo de las cinco horas de espera.
Pero es ella, son sus ojos los que se adelantan, de entre los vulgares pasajeros, para tranquilizarme; el autocar no ha traído desastre. Sus ojos de madona, suaves como niños, confiados como quienes ignoran el mal. Y por un momento, ante esa mirada, me siento feliz de renunciar a mi futuro, de aplazar indefinidamente el milagroso incendio. Sus ojos llueven inocencia y sorpresa sobre mi."
Hay títulos que atraen, otros repelen y luego están mis favoritos, los que suenan al oído. Siempre he pensado que las estaciones son lugares especiales para observar a la gente. Pequeños universos de despedidas y reencuentros entre personas que, muchas veces y sin buscarlo, muestran su vulnerabilidad. Por eso me llamó tantísimo la atención este título. Hoy traigo a mi estantería virtual, En Grand Central Station me senté y lloré.
Conocemos a Elizabeth Smart, pues el libro es autobiográfico, una mujer que se enamora sin remedio de un hombre casado. Una relación tormentosa en la que hay culpa, crítica, pasión y cuatro hijos, contada en primera persona.
La autora de este libro se enamoró del poeta George Barker y eso cambió su vida. Desde el momento en que leyó un poema suyo, sin verlo, se enamoró. Y con él viviría un romance apasionado que provocaría el rechazo de su familia, aguantaría promesas que nunca llegó a ver y nos hablaría de ello en este libro publicado en 1945. Casi afirmaría que el único lugar en el que consiguió tener al hombre de quien estaba enamorada sólo para ella fue en estas letras. Una novela que en el momento de ver la luz sufrió una persecución en su propia casa cuando la madre de Smart intentó comprar todos los ejemplares para poder hacerlos desaparecer, pero que sin embargo pronto se convertiría en una obra de culto. Finalmente, y para terminar con las asociaciones, esta novela tuvo su respuesta por parte del poeta en su obra La Gaviota muerta.
Diez partes, momentos, una pasión, y una relación y sus consecuencias. Eso es lo que nos encontramos en esta novela. Pero hay, como no puede ser de otra forma en los buenos libros, mucho más que eso. Hay una forma magistral de escribir que hace que seamos capaces de ver cada palabra. Palabras que se acercan a la poesía por lo hermoso de sus formas y que obligan al lector a anotar una y otra vez pequeños fragmentos. Y hay, por encima de todo, una historia de sentimientos. Se ha comentado en alguna ocasión que a este título le falta peso argumental para ser una verdadera novela. Yo no diría eso, sino que lo que sucede es lo que la protagonista/autora siente y eso queda perfectamente reflejado en cada página. No sólo la pasión abrasadora, sino las terribles consecuencias en la sociedad de la época de mantener una relación adúltera.
Hoy traigo una historia que está formada por torrentes de sentimientos en forma de palabras. Todo lo que puede sentir Elizabeth está ahí. Ella misma se desnuda, se deja ver y nos muestra cada parte como si con ello fuera a sentirse mejor. Y convierte este título en una novela para leer a solas, paladeando cada palabra.
Y vosotros, ¿cuándo miráis los títulos de las novelas jugáis a adivinar de qué trata el libro antes de leer la sinopsis?
Gracias