Regreso, dos décadas después, a mi segunda Alma Mater: la Universidad de Heidelberg. Ahora, como profesor. A hablar de la democracia que se está haciendo en otros sitios (en Venezuela, en América Latina), a cuestionar una academia al servicio de grandes intereses que buscan favoreces a unas pocas personas. Gris, como casi siempre es Heidelberg en invierno. Pero también brillante, llena de gente con ganas de estudiar, de no contentarse, de seguir arañanado la costra que tapa la verdad. Hermoso regresar a las otras casas que uno tiene.