Ya era hora. Entiendo perfectamente que en esta época de vacaciones cortas, fastidie bastante que llueva. Pero, era necesario y la necesidad tiene prioridad.
Hacía meses que no caía una gota por esta zona. Y desde el martes llueve, ese día dicen que llegamos a cincuenta litros. No está mal.
El miércoles llegaron a casa mi hijo Curro y Javi, y ayer mi cuñado. Este tiempo poco propicio para hacer excursiones, hizo que cambiáramos un placer por otro. Y aprovechando que fue el cumpleaños de Curro ayer y que ya son los últimos días de la temporada de los calçots, fuimos a comerlos al Panxampla, un restaurante estupendo muy cerca de Kabila.
Y aquí nos tienen, agotando los últimos calçots de este año:
Nos pusimos morados, estaban riquísimos. Ahí nos ven con el babero y en plena contienda. Una exquisitez catalana, digna de ser considerada Bien Cultural.
Hace una temperatura buena. Entre diez y veinte grados, aunque hoy sigue nublado y amenaza lluvia. Así es que aprovechando que somos fieles seguidores de las tradiciones que nos interesan, hoy: Viernes Santo, no puede faltar un potaje de judías con bacalao y espinacas. Todavía es pronto, pero ya he empezado a soñar con verlo.
Por cierto que llevamos tres días comiendo torrijas, que no están nada mal. Otro lujo que nos proporciona la tradición.
No todo va a ser pasear santos, que también hay que reponer fuerzas y dejar que cada uno haga lo que le plazca. Mientras, Cospedal, la pepera costalera, pasea un cristo. Nosotros nos sometemos a los preceptos gastronómicos e intentamos no pecar (a lo mejor, un poco de gula).
Simplemente comemos, y sufrimos en silencio las inclemencias de los Mercados, que van a lo suyo y pretenden aguarnos las fiestas. ¡Qué le vamos a hacer! Nos defenderemos. A pesar de estos malandrines, la vida tiene cosas que valen la pena. ¡Disfruten lo que puedan!
Salud y República