Revista Cultura y Ocio

EN LA ANTESALA DE LA CÁRCELMaría Jesús Mayoral RocheCapit...

Publicado el 03 marzo 2014 por Chus

EN LA ANTESALA DE LA CÁRCEL
María Jesús Mayoral Roche
Capitulo Tercero
EN LA ANTESALA DE LA CÁRCELMaría Jesús Mayoral RocheCapit... Antes de entrar en la cárcel, siguiendo la costumbre de la casa, mantuve una conversación con el que entonces ejercía las funciones de director de la prisión. En teoría aquella conversación venía a ser como el recibimiento previo al voluntario que va dar alguna actividad en el centro penitenciario, pero aquel simple acto tenía un trasfondo más serio: conocer al voluntario que se le va a dar un pase para entrar y salir de la cárcel. En parte es normal, en una prisión hay que tener controlado al personal que entra y sale, además un voluntario en teoría debe ser gente de confianza. Para ser más clara diré que el director quería hablar conmigo para saber de qué pie cojeaba, para conocer mi preparación y mis tendencias morales, eso entre otras cosas. Hay que decir que la forma de diseccionar psicológicamente es sutil, saben hacerlo; pero en mi caso no di la opción a las sutilezas, porque yo misma confesé cuanto pensaba sobre la tarea que me había caído encima por meterme a dar una charlita a los presos de Torrero: montar un taller de literatura en la cárcel.El director era un hombre serio, de mediana edad y cercano a cuantos se mostraban dispuestos a colaborar en cualquier tipo de actividad, siempre y cuando, se pudiese realizar dentro de un centro penitenciario. Me hizo pasar a su despacho; un despacho de los tantos que se hicieron a base de maderas nobles, al gusto y moda del Régimen anterior y que hoy sobreviven como reliquia. El director me indicó que tomara asiento y muy espontáneamente me dio a entender que me sintiera como en mi casa, que aquella conversación no tenía más fin que el de una presentación. No pude por menos y esbocé una sonrisa sardónica a sus palabras, conocía de sobra el método que emplea la Administración a la hora de saber con quién se juega los cuartos: la clásica entrevista previa para meterte o no en la lista de personal de confianza.El director comenzó por presentarse a sí mismo y me hizo las clásicas preguntas de rigor sobre mi trayectoria en eso de literatura y mi profesión; este punto fue determinante al ser funcionaria, eso significaba que trabajábamos para el mismo amo. Como este punto a favor me daba ventaja, le dije que se habían dado mucha prisa en los trámites para darme entrada en prisión. Sí, -me contestó- convenía no quitarles a los internos el interés por la lectura. Al decir esto sus ojos parecían sonreír tras las gafas. Me preguntó también sobre las impresiones que me había llevado del Centro Penitenciario tras mi charla con los presos. Le confesé que me había dejado impresionada la historia de Jesús; aquel joven rubio que se brindó para contarme su vida. Entonces me aclaró que aquel joven rubio era gitano; aquel dato me sorprendió todavía más. También me dio algunos pormenores sobre Miguel, aquel hombre que intimidaba con sólo mirarte. Como la conversación se sucedía con fluidez, le confesé que no esperaba el nivel con el que me encontré; tanto desde el punto social como intelectual. Uno de los voluntarios que leyeron lo había hecho francamente bien y leer bien poesía no es fácil. Sí, -me contestó- además este chico en concreto es enfermo de SIDA y tiene sus días.El director dejaba caer aquellas explicaciones con una naturalidad pasmosa. Yo por mi parte las recibía con cierto sobresalto: aquello era la cárcel, un mundo real. Después de aquel preámbulo, el director fue al meollo de la cuestión y me preguntó cómo iba a programar mis clases. - Bueno, -le contesté- en principio voy a hacer lo que pueda, quiero decir que si no me viera con fuerzas o no me hiciera con ellos, no seguiré adelante y abandonaré esta empresa; desconozco la dinámica y las formas de esta gente, que en gran parte ha vivido en la marginación. No soy una profesional y conozco mis limitaciones – en este punto final fui contundente. Noté que aquellas palabras dichas de tirón y con mucha seriedad habían descolocado al director; éste fijó su mirada en mi persona y yo permanecí cabizbaja. Finalmente asintió a mis palabras y me dijo que esa determinación era perfectamente comprensible. Le dije que iba poner todos los medios y mi esfuerzo para que el taller saliera adelante; pero le dije también que era consciente de que a veces no sólo es cuestión de esfuerzo y tesón, sino de habilidad y sintonía. En este punto me dijo que él era receptivo a cuanta gente quisiera entrar en el Centro Penitenciario para hacer actividades o ayudar, que le daba igual que fueran evangelistas o del hare krishna, que el el fin era la reinserción. Yo, que de natural las suelto como las pienso, le dije que no creía en la reinserción. Dicho esto, me di cuenta de que le acababa de romper todos los esquemas, mis palabras le hicieron pasar de la afabilidad a la estupefacción; con la duda petrificada en el gesto, me preguntó cuáles eran entonces mis intenciones a la hora de querer enseñar a los presos literatura. - Sólo se reinsertan los que de verdad desean redimirse, -le respondí- por otra parte el deseo de reinsertarse es un deseo de todos: de ellos y de la sociedad. Pero hay que reconocer que no todos pueden o no quieren, la voluntad y el medio en el que viven hacen imposible una reinserción. De todas formas –proseguí- yo quiero montarles un Taller de Literatura porque estoy convencida de que la lectura les hará bien, les beneficiará; porque me conformo con distraerlos de sus problemas y sufrimientos un par de horas a la semana. Pero si consigo que lean en la celda lo daré ya por bueno y si consigo hacerlos adictos a la buena literatura entonces me daré ya por satisfecha. Al oír esto, el director se sintió aliviado y volvió a su afabilidad característica. Entonces… -me dijo sonriendo con malicia- el caso de El Lute y otros ¿no te convencen? Con maléfica ingenuidad, le contesté: sólo se redime el que puede y quiere.Capítulo Primerohttp://caricaturasparlantes.blogspot.com.es/2013/09/de-como-llegue-la-carcel-maria-jesus.html#comment-form   Capítulo Segundo
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