La suavidad que siento me encanta. No noto sus dedos. Sólo noto la suavidad que aquellos guantes me proporcionan.
Sin hablar, se sienta sobre la cama y me mira. Rápidamente entiendo lo que quiere y lo hago. Me desnudo. Me quito el vaquero y la camiseta. Repito la misma operación que el día anterior. Me acerco a él vestida con el sujetador y las bragas y siento cómo de nuevo apoya su frente en mi estómago y posa su boca sobre mis bragas. La sensación atiza mi clítoris y lo siento vibrar. Se quita los guantes y los deja sobre la cama. Me agarra la cintura con sus fuertes manos y me sienta a horcajadas sobre él. Me mira y susurra mientras siento su duro pene entre mis muslos y su aliento sobre mis pechos:
—¿Estás preparada para jugar a lo que yo quiero?
—Sí —respondo aguijoneada por el deseo.
—¿De verdad?
—De verdad.
—¿Para lo que sea? —murmura acercándose a mi boca. Poso mis manos en su corto cabello y le masajeo la cabeza.
—A todo excepto a…
—Sado —puntualiza, y yo sonrío.
Me desabrocha el sujetador y mis turgentes pechos quedan libres ante él. Con
avidez, se los lleva a la boca. Primero uno y después otro. Me endurece los pezones con su lengua y sus dedos y eso me impulsa a gemir.
—Ofréceme tus pechos —pide con voz ronca.
Sentada a horcajadas sobre él, me los agarro con las manos y los acerco a su boca. Cuando va a chuparlos se los alejo y él me da un azote en el trasero. Ambos nos miramos y las chispas que hay entre los dos parece que vayan a provocar un cortocircuito. Eric me da otro azote. Pica. Y, no dispuesta a recibir un tercero, le acerco mis pechos a la boca y los toma. Los mordisquea y los succiona mientras yo se los entrego.
Miro hacia la cámara.
Me parece increíble que yo esté haciendo eso, pero ni puedo ni quiero parar. Esa sensación me gusta. Eric y su arrolladora personalidad pueden conmigo y en un momento así estoy dispuesta a hacer todo lo que él me pida.
De pronto, siento sus dedos hurgar por debajo de mis bragas y eso todavía me calienta más.
—Ponte de pie —me ordena.
Le hago caso y veo que él se escurre y se sienta en el suelo entre mis piernas. Lentamente me quita las bragas y, cuando me las saca por los pies, me los separa, posa sus manos en mis caderas y me hace flexionar las rodillas. Mi sexo. Mi chorreante vagina. Mi clítoris y toda yo quedo expuesta ante él.
Su exigente boca sonríe y me incita con la mirada para que pose mi vagina en su boca. Lo hago y exploto y jadeo nada más notar su contacto. Eric me agarra por las caderas y me hace apretar mi vagina contra su boca. Me siento extraña. Perversa en aquella postura.
Texto extraído de: Pídeme lo que quieras