Esta novela histórica, premio Booker en el Reino Unido en 2009, se centra en el periodo 1527-1535, desde la caída de Wolsey hasta la de Moro. La corte Tudor es un torneo de inteligencia y poder, donde todos juegan a varias bandas y nunca hay una sola intención en lo que se dice que, a la vez, nada tiene que ver con lo que se piensa o se hace. La trama, a pesar de ser muy conocida, no deja de interesar, sobre todo porque Mantel da un tratamiento original a los hechos y diálogos. El uso de la tercera persona combinada con el presente de indicativo provoca la impresión de un presente continuo tremendamente vivo y próximo. Las cosas se presentan a través de los pensamientos de un personaje, o de sus recuerdos, o de lo que uno le cuenta a otro, y todo sin indicadores de que se pasa de un modo a otro. El efecto resultante es de auténtica inmersión en la historia que se cuenta y de una sugerencia extrema de realidad, el gran logro de este libro. Mantel opta por la microhistoria, el relato minucioso y desapasionado de la vida cotidiana, un registro neutro idéntico para lo grande y lo pequeño. Nada que ver con la novela histórica simbólica, heroica o romántica.
Todo el material es archiconocido y no merece la pena resumir el argumento. La autora tiene el buen gusto de no convertirlo, como hacen otros libros y series televisivas, en un recuerdo del comportamiento lujurioso del rey. En una corte de volubles y egoístas depredadores, Mantel presenta de un modo no del todo favorable a las únicas personas con valores de esta historia, Fisher y Moro. A la vez, dota de más dignidad a Catalina de la que suele reconocérsele y queda clara el ansia de rapiña de la oportunista Bolena. La fortuna es inconstante y servir a un príncipe requiere mucha capacidad de adaptación, Cromwell se dio cuenta y mantuvo la cabeza fuera del agua…mientras pudo. La continuación la contará Mantel (1952) en “El espejo y la luz”, aún por publicar.
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