Thomas Cromwell es uno de los grandes maniobradores de la historia, lo que lo convierte ante algunos ojos en un personaje fascinante. Corrupto, encantador, trabajador incansable, su talento político le llevó desde la nada hasta la cima del poder, situándole en el epicentro de la revolución social y religiosa que provocó en encaprichamiento de Enrique VIII por Ana Bolena.
Esta novela histórica, premio Booker en el Reino Unido en 2009, se centra en el periodo 1527-1535, desde la caída de Wolsey hasta la de Moro. La corte Tudor es un torneo de inteligencia y poder, donde todos juegan a varias bandas y nunca hay una sola intención en lo que se dice que, a la vez, nada tiene que ver con lo que se piensa o se hace. La trama, a pesar de ser muy conocida, no deja de interesar, sobre todo porque Mantel da un tratamiento original a los hechos y diálogos. El uso de la tercera persona combinada con el presente de indicativo provoca la impresión de un presente continuo tremendamente vivo y próximo. Las cosas se presentan a través de los pensamientos de un personaje, o de sus recuerdos, o de lo que uno le cuenta a otro, y todo sin indicadores de que se pasa de un modo a otro. El efecto resultante es de auténtica inmersión en la historia que se cuenta y de una sugerencia extrema de realidad, el gran logro de este libro. Mantel opta por la microhistoria, el relato minucioso y desapasionado de la vida cotidiana, un registro neutro idéntico para lo grande y lo pequeño. Nada que ver con la novela histórica simbólica, heroica o romántica.
Todo el material es archiconocido y no merece la pena resumir el argumento. La autora tiene el buen gusto de no convertirlo, como hacen otros libros y series televisivas, en un recuerdo del comportamiento lujurioso del rey. En una corte de volubles y egoístas depredadores, Mantel presenta de un modo no del todo favorable a las únicas personas con valores de esta historia, Fisher y Moro. A la vez, dota de más dignidad a Catalina de la que suele reconocérsele y queda clara el ansia de rapiña de la oportunista Bolena. La fortuna es inconstante y servir a un príncipe requiere mucha capacidad de adaptación, Cromwell se dio cuenta y mantuvo la cabeza fuera del agua…mientras pudo. La continuación la contará Mantel (1952) en “El espejo y la luz”, aún por publicar.
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