Es lo que hizo el Málaga la pasada jornada liguera durante el transcurso de su encuentro ante el Atlético de Madrid.
Nadie pone en duda que los colchoneros son, ahora mismo, el club más en forma de la liga. Ello sumado a la militancia en sus filas de uno de los tres mejores delanteros del mundo hacen de los de Simeone un arma letal. Y más en su casa y con una afición entregada a la pasión que le provoca el ver a su equipo en lo más alto.
A pesar de todo esto, el Málaga que ha sorprendido a propios y extraños durante el inicio liguero, dio la cara en el Vicente Calderón como solo los grandes pueden hacerlo. No se achantó. No colocó a tres defensas encima del "Tigre". Se limitó a hacer su juego, el juego que hace siempre. Porque así juegan los grandes: Mirándose a sí mismos, no al rival.
Hay que resaltar a un futbolista que está siendo tremendamente eclipsado por los Isco, Saviola, Eliseu y compañía. Hablamos de Portillo. Ese canterano que a duras penas rascaba bola la pasada campaña y que (debido a las circunstancias económicas) este año está teniendo mucho más protagonismo del esperado. Y el chaval lo está aprovechando de sobremanera. Está demostrando una calidad con el balón dignas de cualquier mediocentro de la "Roja". Puede que el no haber sido internacional en las categorías inferiores de la selección sea un hándicap para él y que por eso cueste más llamarle. Algo parecido a lo ocurrido con Jesús Gámez. Pero ellos se lo pierden.
Este Málaga sigue siendo muy grande. Es bonito pensar que no todo ha acabado, que a los malaguistas de corazón todavía les quedan muchas cosas buenas por vivir.