Revista Coaching

En la escalinata del Capitolio arde un jabalí

Por Mariodehtercom
volver a tropezar dos veces con la misma piedra

El problema no es tropezar, es no parender

Que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra no es un hecho verificado científicamente, pero suena bonito. Moraleja: aprender de los errores te acercan al acierto porque el problema no es tropezar dos veces con la misma piedra; el problema es no aprender por qué tropiezas con esa piedra. Si no aprendes nada, lo más probable es que vuelvas a tropezar una tercera, una cuarta y muchas veces más.

Ahora bien, conocer algo no implica que lo sepas aprovechar correctamente. El conocimiento es útil cuando se transforma en el beneficio directo de aplicar todo lo que se puede hacer con una habilidad: hablar, escribir, fabricar zapatos, vender ordenadores, gobernar un país, administrar un negocio o cocinar…

La historia se repite, se repite, se repite, se repite. ¿Has visto “Tenet” de Christopher Nolan (2020)? La raza humana no pudo, al menos hasta el presente, descifrar los secretos antes de tiempo, ni manipular lo que ha sucedido en el pasado para influir en lo que nos sucede en el presente.

Cada tanto, alguien vuelve a tropezar con la misma piedra porque no ha aprendido que el sesgo de confirmación condiciona nuestras decisiones y, más grave aún, las acciones de las personas que nos siguen.

Los seres humanos logramos aprender mucho en algunos aspectos, pero no siempre sabemos aplicar eficazmente nuestros conocimientos de manera eficiente.

No quemes la choza para comer un jabalí

Por ejemplo, nuestros antepasados aprendieron cómo construir viviendas con troncos y paja, lo que les ayudó a peregrinar junto con las manadas de los animales que cazaban para comer. Conocían el fuego, aprendieron a crearlo, pero sólo para iluminar las noches y calentarse en invierno. Durante muchos siglos no usaron el fuego para cocinar.

Una vez, una familia de neandertales salió en la madrugada para cazar, pero se olvidaron una hoguera encendida. Al regresar, encontraron una choza totalmente incendiada y adentro un jabalí completamente chamuscado.

Decidieron no desperdiciarlo, de modo que se lo comieron en la cena y así descubrieron que la carne de jabalí quemado estaba más tierna y sabrosa que crudo.

Aprendieron la lección y, desde entonces, cada vez que algunos humanos quieren comer bien: incendian una choza con un jabalí adentro.


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