Ayer me pasé media tarde charlando con Paco en la mesita aquella del fondo, ya sabes, la
que tiene la lámpara fundida, aquella que nadie tiene en cuenta porque la música de fondo ni siquiera se oye. Es la mesa maldita, la que aunque el bar esté lleno siempre queda sola. Creo que es la mesa que define al que busca estar un rato “outside” al que se marcharía a un desierto, al que se quedaría mirando aquellos “nevados” de la televisión que no pilla señal o a un monasterio cartujo, yo que se. Quizá me define.
Hay veces en los que se te mete en la cabeza aquello de que formamos parte de un sistema que te va enredando y enredando hasta que cuando te das cuenta te ha dejado sin vida. Tu mismo perteneces a otros, dejas de vivir tu vida y tus sueños para pasar a formar parte de algo oscuro que empieza a comerte hasta que no queda nada. Seguro que todos nos hemos visto así alguna vez.
Puede que añore eso de buscar el fresco de las primeras nieves, la sombra que se apodera del sol y la música cuando llega el invierno. Puede que no haya buscado esa playa tranquila antes de que los turistas sin quererlo la profanen, en su justo derecho, durante el buen tiempo.
Quizá me haya cansado de remar lo que sería verdaderamente horrible porque en el
momento en el que bajamos los brazos, en el momento en el que nos conformamos, justo en ese momento empezamos a morir no sin antes ser rapiñado y fagocitado por un mundo diseñado como un exprimidor que te sacará hasta la última gota de tu jugo justo antes de desecharte al cubo de la basura.
No sé, quiero pediros perdón, por venir ahora con monsergas y stripteases de almas tristes sentadas a la sombra de una mesa en el café pero En esa mesa nos convencimos de que
existe algo más importante que todo lo que nos está sucediendo, más importante que las promesas incumplidas del gobierno de turno, más que la pandemia esta que se resiste a marchar y eso eres tú. Piensa ahora que en todo este juego de luces y sombras chinescas sólo se es libre si obras en consecuencia, si jamás te dejas llevar por fakenews inventadas para enredarte. No recuerdo quién dijo que sólo se es libre cuando se apuesta por la verdad y que el peor esclavo es el que se cree libre. ¿Deberíamos preocuparnos por conseguir nuestra propia libertad?
Siempre nos quedará el café, ese amigo eterno que nos mantiene en un estado parecido a la vida.