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En la orilla (2013), de rafael chirbes. los rescoldos del crematorio.

Publicado el 01 julio 2014 por Miguelmalaga
EN LA ORILLA (2013), DE RAFAEL CHIRBES. LOS RESCOLDOS DEL CREMATORIO.
El lunes pasado en la terraza del hotel Molina Lario las condiciones climatológicas parecían haberse conjurado para que la tarde-noche que estábamos a punto de comenzar fuera memorable. Mientras esperábamos al invitado teníamos oportunidad de contemplar una de las mejores vistas del centro de la capital malagueña, mientras una hermosa puesta de Sol se definía en el horizonte. La catedral, que casi parecía poder tocarse con las manos componía un hermoso cuadro junto a las torres de otras iglesias que se reconocían surgiendo entre los edificios. Y, para completar el cuadro, del mar llegaban rumores de la inminente celebración de la noche de San Juan. Pero lo que nos había llevado a este ambiente casi íntimo era otro tipo de fiesta, la fiesta de la literatura, cuyo maestro de ceremonias iba a ser nada menos que el pasado ganador del Premio Nacional de la Crítica, el escritor Rafael Chirbes, que iba a contar con el mejor maestro de ceremonias posible, nuestro querido Pablo Aranda.
Desde sus primeras palabras Chirbes se mostró como un tipo humilde, al que de ningún modo se le ha subido el éxito a la cabeza. Según nos contó no es un escritor con método. Simplemente se guía por sus intuiciones, capta conversaciones en la calle, reflexiona un poco y luego intenta encontrar su tono, su música y el libro casi sale solo. Envidiable. "Escribo porque quiero aprender", nos dice. Luego matiza que con su trabajo su mayor objetivo es buscar su posición en el mundo. Cuando llega el turno de preguntas, aprovecho de inmediato la oportunidad para felicitarle por su valentía literaria, por el pesimismo que impregna cada una de sus páginas sin poner cuidado en que éste no salpique al lector. También le pregunto acerca de su obsesión con la herencia económica del franquismo, aquella que dejó todo atado y bien atado para muchas familias que pudieron seguir haciendo sus negocios sin que nadie se cuestionara el origen de su riqueza. En este punto el escritor entra de lleno en la temática de En la orilla cuando dice que "el ascenso social del dinero tiene poder detergente", una frase muy parecida a la que pronuncia uno de los personajes del libro:
"Si para algo sirve el dinero es para comprarles inocencia a tus descendientes. No está mal. No es poca cosa. Te saca del reino animal y te mete en el reino moral. Te humaniza."
Porque una de las propiedades del dinero es la impronta que produce en quien lo posee. Ese orgullo, esa superioridad y esa seguridad que otorga la sensación de libertad de quien se sabe por encima de los demás. De quien sabe que va a poder una vida digna, mientras otros se desloman para sobrevivir. La burbuja inmobiliaria fue sobre todo una gran fiesta del dinero. El protagonista de En la orilla, que ha regentado toda la vida una carpintería familiar, quiso apuntarse y perdió, porque apostó sus ahorros en el peor momento a una promoción inmobiliaria que no se construyó y cuyo valedor ha desaparecido. Ahora se enfrenta a la desolación de una vejez sin futuro, acosado por los fantasmas de sus impagos, que pronto se le echarán encima de manera implacable. Mientras tanto, a su alrededor, las personas que tuvieron que ver con él se enfrentan a una realidad desoladora, sin trabajo y sin dignidad, como se describe magistralmente a través de sus monólogos interiores:
"Cómo se te va a ocurrir que tu infierno pueda ser quedarte fuera de a maldición de Yahvé, en un lugar que está en el exterior de las páginas del libro de anotaciones de pedidos, del bloc de albaranes, lejos de las máquinas y las herramientas, y que es inversa expresión contemporánea de la maldición bíblica: No podrás ganarte el pan con el sudor de tu frente." 
Porque la crisis no ha sido más que el resultado de una competición extrema de la que no solo han surgido perdedores. Muchos de los poderosos han aprovechado para afianzar su posición, y se alzan orgullosos sobre el paisaje devastado de grúas oxidadas y obras a medio construir del microcosmos de Misent:
"Hace siglos que sabemos que no hay rico que sea generoso, los generosos encallan en el estadio previo a la riqueza, bracean, hacen señales en dirección a la costa durante algún tiempo y a continuación se ahogan. Sus cadáveres desaparecen para siempre sepultados en el mar de la economía, o en el mar de la vida, que vienen a ser lo mismo. Mueren en la indigencia."
El relato de Chirbes es el relato de una España que se parece a una novela de Balzac, en la que el protagonista, que vive una vida disipada de placeres, termina ahogado por las deudas. El pesimismo es el que me hace decir que nadie ha aprendido realmente de la burbuja inmobiliaria y sus efectos. En realidad, muchos están esperando para disfrutar la próxima:
"A la gente todo le da igual; mientras no le tiren la basura del otro lado de la tapia, ni le llegue el olor de podredumbre a la terraza, se puede hundir el mundo en mierda."

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