En la orilla

A ver, niño, elige dónde quieres morir, en tu país en guerra o en la orilla de una etapa de ese peligroso huir. Vivir es un lujo reservado a los que tienen tu vida en sus manos. Boca abajo, inerte, acariciado por láminas de mar salado es buena foto, chiquitín, bella y bestia imagen, mejor que la del anonimato de tu tierra en llamas, tan corriente. La de miles de pequeños que, como tú, mueren a manos del fanatismo insaciable, tengan barbas o corbatas, asesinen en desiertos o permitan los asesinatos desde parlamentos. Se llamen ISIS o CRISIS. Buena muerte la elegida, si señor, caballerito que ya ha acabado su cruzada, más haces así por la causa, que de un segundo pasa a durar un instante, pero los segundos son siempre iguales y el instante puede dejar huella si está bien trabajado, con suerte, antes de que a la prensa le sea más rentable otro asunto. La denuncia parece que exige arte, o la conciencia que ya se aburre de que le vayan siempre con parecidos cuentos…no sé.

Lo que se negocia en este terrible éxodo por la gente que nunca pasa hambre es en qué lugar de la nada o la mentira tiene su parada vuestro tren, para seguir engañándoos un poquito más ante millones de ojos y oídos incrédulos que no dan para más que asombro, así es como se va subiendo el listón sin que repercuta en la acción (un levantamiento global), acostumbrándonos a un dolor a la espera de que llegue su hermano mayor. No hay nada más sencillo para los gobiernos de cerebro blando que la Política de mano dura. Pensar, razonar, es mucho más complicado, sobre todo cuando no se es un ser humano. Eurooopá…tracatrá, ra ta ta tá.