En la Trasnochada
María Jesús Mayoral Roche
En Villamayor de Gállego, 7 de agosto de 2016
LOBO, nombre de persona
¡Paco! No vayas por ahí.Paco se volvió al oír su nombre y continuó andando, no sin mosqueo.¡Paco, sal de ahí!Paco se volvió de nuevo y sacudió la cabeza como diciendo, esta señora le podría haber puesto otro nombre a su perro. Paco nombre de perro. ¿Y qué tal la elección de Lobo como nombre de persona, ser humano?Esta ha sido la noticia del telediario en la última semana: finalmente, pese a la oposición en el Registro, el niño se llamará Lobo. Claro que peor hubiese sido llamarlo Mochuelo, Burro, Mulo... Estamos viviendo al revés: los animales son más importantes que las personas, de hecho se recogen más animales abandonados que personas. Claro que esto de poner nombre a un hijo es algo muy especial en estos tiempos, en tiempos de mis padres se seguía la norma: el primogénito llevaba el nombre del padre o de la madre, dependiendo del sexo. Otra opción era poner el nombre del santo del día y los más modernos ponían nombres de los personajes de moda de la época o del cine, siempre y cuando lo admitiera la Santa Madre Iglesia. Por ejemplo, mi padre nació el día de Nochebuena, por tanto se llama Jesús y por consiguiente, la que firma este artículo María Jesús. Ahora no, ahora hay que ser original, otro ejemplo, un conocido futbolista puso a su hijo Milán porque fue concebido allí. Volviendo a Lobo, finalmente este padre tan original queriendo llamar Lobo a su hijo ha ganado la batalla, apostilló que su hijo el día de mañana se sentirá orgulloso de él por la lucha legal que había ganado para que él pudiera llevar el nombre de Lobo. Lo peor de todo es que este tema sea noticia en el telediario de sobremesa, en mi opinión no deja de ser una tontería, pero sí me hizo pensar en escribir esta trasnochada por aquello de imponer nombres de animales a personas y viceversa. Reconozco que soy más del reino vegetal y mineral que del animal. Me gustan los animales en su hábitat natural o en el rústico, con la mentalidad de que el animal tiene su cometido: perro ovejero, perro guardián, el gato caza ratones... Nunca he tenido mascota y los animales me gustan fuera de casa, eso de tener un perro o un gato danzando por las habitaciones... Sin embargo confieso que me emocionan las golondrinas por las mañanas cuando las veo posadas en el cable de mi casa, cierro la puerta y alzan el vuelo, a veces me siguen hasta el cable siguiente. Como dirían los metafísicos, eso es señal de que estoy en sintonía. En mi paseo matinal camino del autobús, echo una mirada al "campanal" (la torre de la iglesia) y si veo a la cigüeña en plan contemplativo o crotorando, me digo: ¡bonita figura! Y lo más de lo más, es cuando el halcón se abate por la Calle Carneceria (en Villamayor es así el nombre) ahuyentando a las palomas, que despavoridas se estrellan contra los aleros y tejados de los palacetes. ¡Me encanta! Me encantan estas escenas matinales. Esto lo vivo diariamente en Villamayor de Gállego.
Ahora viene otra escena, mi trayecto zaragozano al trabajo: Plaza los Sitios. Desde que los perros pueden ir sueltos a ciertas horas, el petirrojo ha desaparecido: años atrás me encontraba con alguno marcando territorio. Lo que más adorna esta Plaza es el excremento de las cotorras, en ciertas épocas del año cubren por completo los bancos, imposible sentarse. Y el colmo ha sido la colonia de patos que solía frecuentar la puerta de la antigua Escuela de Artes. Digo frecuentaban, porque desde que la Plaza está en obras por la construcción de un parking el panorama zoológico ha cambiado; ahora con el ruido, el polvo y la tala de algunos árboles han desaparecido. Esto que cuento es a título de comparación entre lo rural y lo urbano. Por supuesto las escenas más naturales son las de mi pueblo, ni que decir tiene. Porque lo de las cotorras y los patos es antinatural. ¿Dónde se ha visto? Todo esto me hace pensar en el sin sentido que se está viviendo en estos tiempos, ese amor desmedido a los animales y ese abandono a las personas nos puede dar una idea de la inteligencia emocional de la que goza el personal. Puestos a sacar las cosas de quicio, me voy a apuntar a hacerlo. Una mascota en un piso es un animal secuestrado, privado de libertad, sin más cometido que ser un juguete para su dueño, más, que dependiendo del animal o la raza es tendente a la violencia o a las depresiones. Y cuando los quieren introducir en espacios públicos pueden causar alegias a las personas, además de ser portadoes de virus virus. Puestos ya a sacar las cosas de quicio...