Es difícil substraerse de la actualidad cuando afecta en la proximidad. Los fenómenos violentos encuadrados en lo que se conoce como terrorismo internacional. La violencia, ejercida especialmente contra ciudadanos civiles, con objetivos políticos o ideológicos, pretende modificar la realidad induciendo miedo, terror, a las gentes. Su calidad de internacional la confiere su origen en diversos países y su ejercicio en otros cuando no existen relaciones de violencia directa como es la guerra. En este siglo, se considera que es una forma de conducir la guerra sin que necesariamente existan estado y fuerzas militares involucradas. Conflictos prolongados en el tiempo y ampliados en el espacio, como lo que viene sucediendo en los paises de Oriente Medio de cultura islámica, están en la raíz de los acontecimientos más recientes en los paises europeos. Queremos entender que el contexto religioso, el Islam, y los condicionantes culturales, así como el substrato de enormes diferencias socioeconómicas sólo configuran el entorno. No es una historia de “moros y cristianos”, de medioevo contra modernidad, o pobres contra ricos, ni el trasunto de la desgraciada delimitación de países tras la caida del Imperio Otomano ahora hace 100 años (o “The Great Game” victoriano) o los rescoldos de la Guerra fría, luego alimentados con el petróleo de Golfo pérsico. Puede ser eso y mucho más. Pero principalmente es el recurso a la violencia indiscrimimada contra ciudadanos libres, cualquiera que sea el origen y el contexto.
La gran mayoria de los atentados contra civiles se suceden en lugares y países en los que ya existen conflictos armados activos. Y es donde se producen la inmensa mayoría de la víctimas, contadas por millares en los últimos años. Sólo en lo que llevamos de año, en 2017 se han producido 866 ataques i más de 5000 víctimas mortales.
En los ataques terroristas de Catalunya de la pasada semana, un niño de Rubí, una población del Vallés Occidental, y otro australiano, de Sydney, resultaron muertos y varios más sufrieron heridas de consideración diversa en los atropellos de las Ramblas. Las cifras de niños muertos en todo el mundo son difíciles de precisar, pero seguro que son millares. Pero un solo niño muerto ya es un niño demasiado. Los más cercanos se sienten más, pero la preocupación y el rechazo a toda violencia es y debe ser global.
No vamos a caer en la ingenuidad de que esto se acaba aquí. Va a seguir sucediendo y todos tenemos una obligación de contribuir a que pueda llegar a concluir. Mientras tanto, nos queda intentar entenderlo en su complejidad y también procurar explicárnoslo, nosotros y a los niños, cosa que no es fácil. Los niños se enteran y conviene que al explicarlo evitemos que se conviertan en víctimas a su vez del objetivo de los malvados, que es infundir temor, miedo. El miedo no puede evitarse, pero si reconducirse y gestionarse. A los más pequeños explicaciones simples pueden bastar. A los más mayores hay que ofrecer explicacions razonadas de lo que resulta irracional. e intentar proveer seguridad.
Estos días se ha utilizado el eslogan de fácil rima en catalán: “No tinc por“, no tengo miedo, enlazable con una cancioncilla infantil de programa más popular de la televisión catalana destinada a combatir los terrores nocturnos de los pequeños a monstruos y fantasmas, que se titula “Uh! Oh! No tinc por” (https://www.youtube.com/watch?v=2458weYDKGQ&feature=youtu.be). La “erre” final en catalán no suena, así que queda “uh, oh, ni tinc po“. Igual sirve.
X. Allué (Editor)