uando en diciembre de 1932 la Segunda República inició las obras del embalse de Cijara los ingenieros del ministerio tuvieron que sustituir las vías de comunicación, que iban a quedar inundadas, por otras construidas a más altura en las laderas de los montes.
Los antiguos caminos de herradura y las veredas de ganado fueron sustituidos por carreteras locales que se abrieron paso en la roca a fuerza de pico, pala y dinamita.
La carretera que comunica el poblado de Pantano de Cijara con Navahermosa bordea el embalse y sortea antiguos valles gracias a puentes de piedra y viaductos de hormigón. Hay uno impresionante: el viaducto de los 19 ojos construido en curva.
Con arcos de medio punto que dan una pincelada de clasicismo al paisaje jareño, además de dar la sensación de solidez y estabilidad.
Unos seiscientos metros en línea recta hacia el suroeste se encuentra la llamada Isla de las cuatro provincias, hoy rodeada de agua, pero que hace años era un cerro casi rodeado por dos ríos, recorrido por rebaños de cabras y explorado por los cabreros.
Cuentan los mayores de la zona que en la cima de ese cerro coinciden los límites de cuatro provincias, las dos extremeñas y las de Toledo y Ciudad Real (en su Rincón de Anchuras).
Los gobernadores de las provincias (otras versiones cuentan que eran los cabreros) se reunían a comer sobre una mesa de piedra cuadrada, cada uno en su territorio pero, a la vez, juntos.
Como toda leyenda se fundamenta en una base real quise hace años comprobar qué había en la cima y pude cruzar a pie gracias a la sequía de los meses de verano que permitía llegar por el norte a la isla desde el viaducto.
Vi una roca de forma más o menos cúbica que podía haber servido de base a la leyenda. Pero entonces no llevaba cámara fotográfica, qué pena.
Hoy es difícil acceder si no es en barca; ojalá siga rodeada de agua por mucho tiempo porque no haya sequía...
En la foto aérea del SIGPAC de la Consejería de Agricultura de la JCCM se ven las lindes de dos parcelas de terrenos comunitarios, los del embalse, pertenecientes al municipio de Sevilleja y que además confluyen en lo alto del cerro, muy cerca de la cima y de la piedra rectangular que sugiere la forma de una mesa.
Otro aspecto más a tener en cuenta es la forma cuadrangular de la isla, visible en la foto aérea, que puede favorecer la interpretación de que cada cara del cerro corresponde a una provincia. Hay una foto aquí que refleja muy bien la forma geométrica del cerro.
Efectivamente: tiene forma... piramidal... (asombroso) .
Como el embalse no se inauguró hasta 1956, he buscado el mapa de la Dirección General del Instituto Geográfico y Catastral, edición de 1953, época en que las aguas no cubrían tanta superficie como ahora, que nos informa de que el cerro señalaba la confluencia de los ríos Estena y Fresnedoso; este último le llegaba por su cara norte y le rodeaba hasta unirse con el Estena en su cara oeste.
Su denominación geográfica era Portillo de Estena, altitud 490 m y mojón geográfico del extremo sur del término municipal de Sevilleja y del suroeste de la provincia de Toledo, el que tiene forma picuda.
En él se puede apreciar que en el cerro no confluyen los límites provinciales aunque están muy cerca, que la antigua carretera local de Navahermosa al Portillo de Cijara pasaba por la cara norte del cerro e incluso que debe de haber un puente sumergido que lo unía al "continente" por la parte más cercana de la ribera.
Aunque no hubiera sido descabellado que el límite entre Ciudad Real y Toledo pasara por lo alto del cerro sin embargo por alguna razón que se me escapa el cerro permaneció dentro del territorio toledano; quizá por ajustar la divisoria lo mejor posible al lecho de los ríos.
La caseta de los Pernales
Caseta, viaducto y finca El Arreciado
Gracias al estiaje actual aparecen en la zona inundable del embalse de Cijara ruinas que quedan sumergidas cuando el agua llega a sus niveles más altos.
Enfrente del viaducto se encuentran los restos de una antigua caseta de peones camineros situada al borde de la antigua carretera que comunicaba Navahermosa con el Portillo de Cijara.
Conocida en la comarca como la caseta de los Pernales.
No tiene importancia como monumento (todavía siguen en pie muchas casetas muy bien conservadas) sino por ser el lugar al que se refiere un relato familiar de los años cuarenta, aquella época durísima de lucha por la supervivencia de nuestros abuelos y padres.
Relato de fuentes orales:
A mediados de 1943 Faustino y Gonzalo trabajaban de arrieros transportando mercancías por el sur de la Jara. Una tarde salieron de la finca El Arreciado con un carro cargado de carbón de encina pero se les hizo de noche cuando dejaron el camino y empezaron a bajar la cuesta de la carretera hacia el río Estena; allí estaba la caseta de los Pernales donde podían dormir y dar descanso a las mulas.
De acuerdo con el caminero se instalaron en la explanada que hay delante de la caseta; ellos preparados para dormir en sacos encima del carbón; a las dos mulas, al lado del carro, les pusieron paja y grano en bolsas colgadas de la cabeza para que comieran cada una en su sitio.
Pocas horas después se presentaron de improviso cuatro de los de la sierra, guerrilleros antifranquistas de alguna partida que merodeaba por la zona.
Dos entraron en la caseta y otros dos se quedaron fuera en una operación planeada para dar un atraco en la casa y llevarse los víveres cargados en las acémilas.
Alcantarilla de la antigua carretera
Los dos de fuera quisieron coger las mulas de nuestros arrieros, que lo estaban oyendo todo desde su cama del carro pero no se atrevían a moverse.
Los maquis querían dejarlas preparadas para que los de dentro cargaran los sacos pero los animales daban coces, no se dejaban controlar: eran mulas falsas."
Anda y déjalas que las coja su dueño", concluyó uno de ellos, cansado de forcejear con los animales y confundido sobre la propiedad de las bestias.
Abandonaron la operación del exterior y entraron en la caseta a ayudar a sus compañeros. Al caminero le obligaron a traer caballerías para transportar los sacos llenos del botín de los víveres y él lógicamente fue a la cuadra a buscar las suyas propias.
Al día siguiente aparecieron las acémilas del peón caminero por la carretera. Venían de Navas de Estena con un palo en la boca, para que no se pararan a comer.
Así fue como Faustino y Gonzalo se libraron del atraco y pasaron desapercibidos, inmóviles en el carro (las mulas se defendieron bien).
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Revista Cultura y Ocio
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