Los procesos de Dios terminan cuando dejes tu cuerpo
Parte 2. Una falsa entrega
Jeremías 17:10
Yo, el SEÑOR, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos,
para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras.
El que conozcamos al Señor, prediquemos su palabra o trabajemos en la iglesia, no garantiza una verdadera conversión y entrega del corazón. Por el contrario, en mi opinión se aprende a vivir en apariencia: sentirse una mujer o un hombre perfecto, que tiene un hogar envidiable porque es lo que debe ofrecer a aquellos que vienen a buscar nuestra ayuda.
Empezaron a llegar junto con nuestro trabajo disciplinado, las pruebas. Épocas difíciles donde pudimos ver la mano bondadosa y milagrosa del Señor, haciéndonos entender que Él habitaba allí, que era tan fiel y real y era nuestro proveedor celestial.
Seguimos entonces adelante en nuestro trabajo de liderazgo y el trabajo secular, glorificando al Señor, pero entre más tiempo dedicábamos a las cosas de la iglesia, más nos alejábamos de la relación personal con Dios.
Sin duda, son muy pocos los cristianos con ministerio que lo reconocen y que buscan solución. Y es que es un dilema ser líder, consejero, evangelizador y tener problemas en casa, pues para algunas iglesias no se es digno de trabajar si se tienen problemas familiares. Pero en nuestro caso ya había un compromiso y el amor por los perdidos nos hacía intentar sobrellevar esta carga tan pesada, continuar y no perder el camino recorrido.
Llamémoslo espiritual o carnal, pero cada vez que llegábamos de una gran obra donde muchos decidían buscar al Señor, era cuando más problemas matrimoniales sosteníamos. Yo la verdad lo soporté por un tiempo, mi esposo, que era más dado a la admiración y a la “fama” que conlleva el ser líder de algún grupo, no pensaba arreglarlo; pero yo no pude más con eso, me sentía hipócrita y finalmente hablé, busqué ayuda y me equivoqué. La ayuda terrenal de nada sirvió, aquellos que se decían hombres de Dios preparados para manejar esta situación se vinieron contra mi esposo y fue así como e en su dolor y enojo conmigo empezó a apartarse de la iglesia.
Así duramos un par de años y por la voluntad de Dios, nos trasladamos de ciudad, entonces no hubo mucho que extrañar. Quisimos llegar a trabajar nuevamente en una iglesia, olvidando que nuestro matrimonio no había tenido un proceso, pero Dios no lo olvido, de tal forma que no pudimos echar raíces en ninguna iglesia, veíamos muchas cosas negativas en esas congregaciones y adicional, la herida hecha por algunos líderes en el corazón de mi esposo no permitió una entrega total en algún grupo cristiano.
Próximamente… Parte 3