Parte 8. Algo salió mal, el alfarero vuelve a quebrantar la vasija!
En la espera que llegará el momento de su partida, sentía que mi corazón iba sanando: cada vez era menos el dolor y ya no sentía la necesidad de saber cosas de él.
Pero el momento de confirmar si era real mi sanidad, llegó sin sospecharlo. Unas semanas despúes, alguien se tomó la molestia de afirmarme que mi esposo tenía una amante y me mandó en mensaje su número de celular. Con la curiosidad de toda mujer engañada, sin duda lo guardé en mi teléfono para observar la realidad. La foto de una mujer en su pefil junto con su pequeña hija (Otro hogar que seguro se había destruído), abrió un poco la herida causando un pequeño sangrado en mi corazón que estaba cicatrizando. ¡Era obvio que estaba sanando en falso!
En seguida reenvié el mensaje, suplicándole a mi esposo que evitara que este tipo de cosas llegaran a mi conocimiento y que buscara la solución antes de hacerme más daño. Pero más que el dolor que me causó ver la imagen de quien había usurpado un lugar en mi matrimonio, fueron las palabras de él, que como siempre, queriéndose “zafar” de toda responsabilidad dijo que era una venganza. ¿Una venganza? ¿De qué o de quién? Pronto obtuve respuesta; esta mujer que me advertía de la amante de mi esposo, aseguró que tuvo un romance poco antes de dejarlo al saber que era casado.
Inmediatamente sentí, un extraño alivio en la herida que se había reabierto y aceleradamente empezó a sanarse nuevamente. Agradecí de manera inmensa al Señor el haber conocido la otra cara de quien durante 20 años fue mi querido y respetado esposo.
A partir de este momento y aunque es relativamente reciente he sentido mucha paz en mi corazón y aunque ciertamente clamo por justicia divina, también entiendo que la lucha es espiritual y le pido a Dios, que la misericordia del Señor llegue prontamente a la vida de ese compañero de vida que, aunque me despreciara, humillara y traicionara, algún día fue herramienta útil en las manos de Mi Dios.
Ahora entiendo que Él ha permitido, que yo sienta una muy mínima, pero muy mínima muestra de lo que mi Señor Jesucristo sintió cuando fue traicionado, humillado, maltratado, despreciado… Y ni siquiera puedo imaginar, lo que sintió en su carne, si este dolor que me agobió por un tiempo casi me hace claudicar en todo.
Ahora le doy gracias a Dios por haber puesto su mano en mi matrimonio y mi hogar, así ahora esté deshecho y mi esposo a punto de irse con su amante; porque me ha hecho recordar que un día en mi oración le pedí un hogar que le sirva y fuera para su gloria o mejor quedarme sola y servirle. ¡Y entonces, Él no edifica sobre ruinas, Él hace las cosas nuevas!
¡Y aunque me sujeto a su voluntad de restaurar o no mi matrimonio, ahora sé que lo que Dios quiera para mí y para mi hija, va a ser lo mejor, pues, todo ayuda para bien, para los que confían en el Señor, esto es a los que conforme a su propósito son llamados!
El siguiente capítulo, todavía no tiene título, porque lo escribirá el Señor…