Editorial Mondadori.
189 páginas. 1ª edición de 1977; ésta es de 2003.
Traducción de Miguel
Martínez-Lage
Cuando en 2003 le concedieron el
premio Nobel a J. M. Coetzee (Ciudad
del Cabo Sudáfrica, 1940) no estaba seguro de haber oído hablar de él. Tan vez
había leído reseñas sobre alguno de sus libros en suplementos culturales; pero
si lo había hecho lo había olvidado. Así que Coetzee era para mí en 2003 un
perfecto escritor desconocido. Creo que lo mejor del premio Nobel es que puede
descubrirte a algún escritor que no conocías que, de repente, por unos meses toma
más relevancia social. Ya saben, en España el ciudadano medio piensa que el
premio Planeta y el premio Nobel son importantes. No leo a todos los premio
Nobel que desde hace veinte años han sido premiados y desconocía, pero con
algunos si lo he hecho y me he llevado gratas sorpresas. Una de ellas podría
ser la de Coetzee (la otra más notable sería el japonés Kenzaburo Oé). Pensé comprar algún libro de Coetzee, los artículos
que estaba leyendo sobre él me interesan, pero ya lo había hecho (comprar
alguno de sus libros) uno de mis amigos y para las navidades de 2003 a 2004 me
dejó las novelas autobiográficas Infancia (1998) y Juventud
(2002).
Me pareció un escritor bastante
frío, pero me gustó el reflejo que hacía de la sociedad sudafricana. Recuerdo
sobre todo una escena de Juventud: el joven Coetzee pasea por la calle en
Londres, se cruza con un hombre, se miran, suben a una casa juntos. Se
acuestan. Y acaba el párrafo diciendo (cito de memoria): “Así que esto era
acostarse con un hombre.” Y luego, en ningún momento, vuelve a hablar del tema.
Más tarde leí Desgracia
(1999) que me gustó más que las anteriores. Me pareció una historia muy tensa y
muy bien llevada. Luego me acerqué a Foe (1986) que me pareció algo
aburrido y ya no volví a leer nada de Coetzee hasta este abril de 2015.
El libro que tengo de En
medio de ninguna parte lo vendían en la librería de segunda mano La tarde libros de Malasaña por 9
euros. No lo compré, realicé un intercambio. Yo fui allí con unos cuantos
libros que no quería y me traje algún otro, entre ellos esto. Esto ocurrió (lo
anoté en la primera página) en abril de 2011.
En medio de ninguna parte
es la segunda novela de Coetzee. La narradora de la historia es Magda (aunque
no sabremos su nombre hasta que no esté el libro bien avanzado). Magda vive en
una granja sudafricana con su padre y los sirvientes y trabajadores negros; en
plena época del apartheid. Magda nos presenta a su padre como un ser despótico
con el que no tiene una buena relación. Con los trabajadores negros de la
granja una buena relación parece difícil de establecer. Así que Magda mitiga la
soledad que siente leyendo, escribiendo (en la página 52 afirma “Esto es lo que
tenía que haber sido: una poetisa de la interioridad.” y en la página 110
reclama “una habitación propia”) y observando lo que le rodea: el vasto y
salvaje paisaje de la sabana sudafricana, y las relaciones entre sus
habitantes.
El texto se divide en fragmentos
antecedidos por un número. En todas tenemos 266 fragmentos de información, que
van desde una línea hasta unas tres páginas. En principio, y hay una
insinuación en este sentido, podríamos pensar que se tratan de las entradas en
un diario. Pero en otros momentos, según avanza la historia, esta hipótesis es
menos sostenible: algunos de los acontecimientos están narrados en presente, de
forma inmediata a que sucedan; no existe sobre esos hechos una reflexión
posterior, cuando Magda ha podido sentarse a escribir.
Además el lector no debe fiarse
de la narradora, pues algunas de sus anotaciones parecen actuar como
proyecciones de sus fantasías y no estar ocurriendo en la realidad. En este
sentido, por ejemplo, en la página 21 Magda mata a su padre y a su amante a
hachazos. Y este pensaba que iba a ser el motivo del libro, el ocultamiento de
los cadáveres, etc. Pero en las páginas siguientes, vuelve a aparecer el padre
en la historia, y el lector descubre que lo leído era una fantasía.
Hay un detalle que no me dejaba
disfrutar del todo de la novela según avanzaba en ella. La primera frase del
libro es ésta: “Hoy mi padre trajo a casa a la mujer a la que acaba de
desposar.” Dos páginas después leemos: “Cae la noche y mi padre y su nueva
esposa retozan en el dormitorio.”
En la página 28 leemos: “A fin de
cuentas, no son idos los días de antaño. No ha traído a casa a la mujer con la
que acaba de casarse, soy todavía su hija.” Descubro ahora, al revisar el
texto, que existía esta frase que parece negar la existencia de la nueva mujer.
Pero seguía leyendo y tenía la impresión de que ese personaje simplemente se
había volatilizado de la historia.
En la página siguiente, en la 29,
se nos informa de esto: “Hace seis meses, Hendrik trajo a la casa a su mujer,
recién desposados.” Hendrik es uno de los trabajadores negros de la granja. Su
mujer es apenas una niña; una niña en la que empezará a fijarse el padre de
Magda, el amo. “Mientras Hendrik ha salido a cumplir sabe Dios qué tarea en la
hora en la que más aprieta el calor de la tarde, mi padre visita a su mujer.”
(pág. 49)
Los personajes son pocos, el
drama propuesto denso, asfixiante. Pero el lector prevenido ya sabe que no debe
fiarse del todo de la narradora. Lo que nos cuenta puede estar sucediendo o no.
Tal vez, esta sea una de las claves del libro ¿qué es real en una narración?
¿La narración puede deshacerse a sí misma y comenzar de nuevo desde otra
perspectiva?
En algún momento, Magda desea
acercarse a Hendrik y su mujer Anna, en contraposición a la figura del padre,
al que considera el enemigo de todos. Pero Hendrik, hombre orgulloso y lleno de
rencor frente a los opresores blancos, no puede considerar en ningún caso a
Magda como su igual, aunque esta se empeñe en proponérselo. Hendrik no
conseguirá ver en ella la individualidad propuesta. Y aquí se encuentra la
clave política de la novela: un negro oprimido nunca podrá considerar a un
blanco como su igual. Si el blanco se presenta ante él de este modo; una vez
perdido el miedo de la servidumbre aprendida, al negro sólo le queda tomar en
consideración hacia él la venganza, desatando su violencia, que el blanco
asumirá con complejo de culpa.
Leí hace ya bastantes años Desgracia, que Coetzee escribió más de
veinte años después que En medio de
ninguna parte; y recuerdo que el planteamiento narrativo que he comentado
en el párrafo anterior, sobre la violencia y la posible igual y desigualdad de
los negros y los blancos en Sudáfrica, estaba también desarrollado en Desgracia en términos novelísticos
parecidos. Pero tengo la impresión de que Desgracia
pertenece a la etapa de plena madurez creativa de Coetzee y que En medio de ninguna parte pertenece
todavía a una etapa de formación. No quiero decir con esto que En medio de ninguna parte sea una mala
novela, pero no está a la altura de una obra maestra como Desgracia.
Creo que lo más destacado de En medio de ninguna parte son algunas
reflexiones líricas de Magda sobre ese lugar recóndito del mundo en el que le
ha tocado vivir. Todo esto resulta en la novela evocador y perturbador. Pero no
me ha gustado del todo no poder fiarme de la narradora, esa continúa suspicacia
hacia lo leído, si estaría ante una nueva trampa narrativa o no.
Si alguien no ha leído ningún
libro de J. M. Coetzee, le recomendaría que antes de acercarse a En medio de ninguna parte o Foe, lo hiciera a Desgracia, Infancia o Juventud.