El próximo lunes 22 de octubre, entre las seis y las nueve de la tarde-noche, se celebra un acto en la Demarcación de Toledo del COACM. Se titula Arquitectos 30-30 e intervengo yo, con otros compañeros.
Sí. Es ya una tradición en Toledo que jóvenes arquitectos cuenten sus experiencias. Lo de 30-30 en principio quería decir que arquitectos de hasta 30 años hablaran durante 30 minutos. A pesar de todo, parece ser que lo de la edad no es imprescindible, y me han dejado entrar. Por otra parte los logos ya estaban hechos y además "Arquitectos 52-30" no quedaba bien. Así que paso como joven arquitecto, ya veis. Me estoy tiñendo el pelo y poniéndome botox, pero lo mejor va a ser que se presente mi hijo Diego por mí. Tenemos diez días para ensayar la charla.
Se trata de hablar, ya sea para mostrar alguna obra reciente o, sobre todo en estos tiempos, contar experiencias alternativas que puedan servir de guía o de reflexión para otros compañeros.
Yo voy a hablar de este blog. (Bueno, y de más cosas, pero en relación con esto).
Me dijeron que estupendo, que era muy interesante que les explicara a mis compañeros mis experiencias en el mundo 2.0: Cómo va la cosa en Facebook, en Linkedin, en Twitter... Cómo hacerse un blog, una página web... Todo encaminado a que un posible cliente nos localice y nos conozca. Todo encaminado a crearnos una imagen pública y a "posicionarnos" (mátame, camión) en la red.
Es un tema muy interesante, pero no es mi tema.
Tengo blog, tengo perfil en Twitter, en Facebook y en Linkedin, y todo ello es solo para dar la brasa y ser un bocazas. No me sirve para nada práctico (para que me encarguen un proyecto o me contrate una empresa), sino solo para algo práctico (para no morirme, para poder sentir algún respeto por mí mismo, para reírme y para ser persona).
No puedo seguir hablando de esto sin poner antes una foto:
Está tomada en la Holland House de Londres en septiembre de 1940, el día siguiente a un bombardeo de la Luftwaffe.
Esas tres personas no están rapiñando libros. (A lo mejor al final se llevaron alguno a casa. Yo lo habría hecho, aunque solo fuera para salvarlos). No están poseídos por el espíritu de la guerra, del sálvese quien pueda. No. Son lectores. Son ciudadanos cívicos (valga la redundancia). Al menos durante esos minutos no están en la guerra, sino en el mundo civilizado de la cultura. El del fondo tiene un libro en las manos y lo lee con atención, otro está pasando el dedo por los lomos de varios, tal vez a punto de sacar uno, y el de la derecha aún está explorando los títulos. Están en paz, en absoluta paz.
No sucumben al pánico ni al latrocinio. Están en una actitud inconcebible en ese ambiente, y por eso la foto es tan impresionante.
Así me siento yo con este blog.
Este blog nació en pleno marasmo profesional, en pleno caos.
Durante muchos años trabajé mucho, tanto que apenas tenía tiempo de plantearme nada, ni de reflexionar, ni de criticar. (Bueno, un poco sí: lo normal).
Pero de repente todo se hundió: Proyectos que estaban casi acabados se quedaron así. Proyectos terminados y en el colegio no se cobraban, etc. Parón absoluto.
Y entonces, entre muchas otras cosas, me sentí con la necesidad de no llorar, de no lamentarme, de no hacer un espectáculo bochornoso. (Las personas más allegadas sí me vieron llorar, lamentarme, hacer espectáculos bochornosos). Sentí que mi única necesidad, mi única obligación, era hacer lo contrario: hablar de arquitectura con pasión, con amor, con saña. Poner a parir a quien me pareciera oportuno y de celebrar y aplaudir lo que me diera la gana. No cobro sueldo de nadie y no le debo vasallaje a nadie. Pues, hala, a hacer de Abuelo Cebolleta y a contar batallitas.
Ahora que no tenemos arquitectura que llevarnos a la boca, vamos a llenarnos la boca con ella.
Voy a hablar de eso en Toledo, y lo estoy haciendo aquí. No puedo (ni pretendo) dar herramientas a mis compañeros para que encuentren trabajo. Ojalá supiera cómo se hace eso. Lo único que sé hacer es decirles que sigan pensando en arquitectura, que sigan sintiéndose arquitectos, que lean, que escriban, que piensen y que sueñen. (Jorge Oteiza, en su largo exilio americano, decía: "Soy un escultor sin obra, un escultor impresentable". Nosotros somos ahora todos arquitectos sin obra, arquitectos impresentables. Pues bueno. Pues muy bien).
Lo que propongo es un flaco consuelo. Lo sé. Es como el de los tres lectores de la foto, que se refugian en esa biblioteca a espaldas del "mundo real" para seguir sintiéndose dignos y humanos. Así me siento yo (a veces) gracias a este blog.
Y cuando algún lector me escribe pidiéndome un dato o una información complementaria a alguna de mis entradas me pongo a levitar de placer. (Me dan las gracias y todo, cuando soy yo quien gracias a todo esto sigo sintiéndome útil y digno).
Creo que, en definitiva, defiendo la actitud del avestruz. Aunque el avestruz se aísla en su agujero, y yo gracias a este agujero contacto con muchos compañeros que sienten algo parecido, y nos sentimos más unidos que nunca. (¿Mal de muchos consuelo de tontos? Pues llamadme tonto, pero me sirve de mucho ver que la arquitectura está viva y que la pasión sigue, y que estamos por ella).
Siempre que surge lo de la huida de la realidad, lo del avestruz, salen las enormes palabras de Oteiza:
¿Quién ha dicho que el avestruz es torpe porque esconde la cabeza ante el supremo peligro? Tiene miedo, y por esto encuentra solución, pero solución única, espiritual, fuera de la muerte. Maravilloso y calumniado, metafísico animal, que crea su pequeño cromlech. Tiene alas y no puede volar, como el hombre. El escultor del cromlech abre un sitio para su corazón en peligro, hace un agujero en el cielo y su pequeña cabeza se encuentra con Dios. (Quousque tandem...!, 95)
Qué más se puede pedir. Este blog mío es mi cromlech, y, como se trata de contar las experiencias por si a algún compeñero le sirven de algo, os pido que cuando no podáis más creéis vuestro propio cromlech, del tipo que sea, y que desde él abráis un agujero en el cielo, donde nos veamos todos, y charlemos, y nos riamos un poco en medio de los bombardeos.
Arquitectamos locos? Locos por la arquitectura. Ahora más que nunca.