(A Antonio y a Ekain, naturalmente).
El otro día mi amigo Antonio Esteban Hernando, estupendo arquitecto y pintor, ha puesto en su muro de Facebook esta foto con este texto:
Hoy he visto uno de los silos manchegos "decorados" por artistas urbanos. Lo que me temía.
No tengo nada en contra de estos artistas, pero eso de convertir estos magníficos edificios en "lienzos" me produce vergüenza ajena.
Demuestran una incultura y una falta de sensibilidad y de respeto por el patrimonio realmente lamentable.
Y lo peor de todo es que lo quieren vender como iniciativa cultural e integradora.
Qué pena, cómo duele ver estos gigantes desprovistos de la nobleza de su arquitectura que es digna y sobradamente expresiva por su rigor, sencillez, austeridad y potencia plástica.
Los han rebajado a la categoría de trapo pintable, de gran camiseta decorada a mano.
Siempre he considerado que una pintura de cualquier técnica, tamaño o valor debe empezar por conocer y analizar el soporte en el que se va a apoyar, aunque sólo sea por aprovechar al máximo sus posibilidades. Aquí no ha habido nada de eso. Las formas arquitectónicas, el sustrato constructivo del soporte no importa, se desprecia. Seguro que estas características del edifico les han resultado más un estorbo que un estímulo plástico.
Me avergüenzo, como arquitecto, como pintor y como castellano manchego de adopción.
Esta denuncia tan dolida y lúcida ha tenido muchas respuestas. A mucha gente le ha indignado que vandalicen de esa forma obras tan características y magistrales, que marcan, con las iglesias, los modestos skylines de nuestros pueblos, y en la mayoría de ellos son los únicos ejemplos de arquitectura racionalista y moderna.
Como bien dice Antonio en uno de los comentarios a su hilo, ¿consentiríamos que unos "artistas urbanos" hicieran uno de esos bellos murales en alguno de los paños de la catedral de Toledo? ¿Consentiríamos que se lo hicieran a un palacio renacentista o barroco cualquiera, incluso al menos importante? ¿Por qué a una obra inscribible en el Movimiento Moderno sí se puede?
Y, como también dice, ¿el "artista urbano" del ejemplo de arriba se ha tomado la molestia de analizar los relieves que forma la estructura en fachada, los ritmos de los pilares, la cornisa? En absoluto: Ha pintados sus esqueletos como le ha dado la gana. Le importa todo un pito. Todo salvo su estúpida y grosera pintada. Nadie ha merecido la pena antes que él. Nadie ha hecho nunca nada digno de atención antes que él.
Indigna la zafia chulería del vándalo, pero indigna aún más que los políticos y los medios de comunicación le den la razón y lo pongan como gran ejemplo de no sé qué. Pues qué bien.
En este artículo El Mundo se alegra muchísimo de que estos grandes artistas revitalicen la "España vacía" con sus cosas. Vamos, que nos hemos ido todos los vecinos a vivir a la capital, pero ahora que nos han pintado el silo vamos a volver. Mucho mejor que reabrir la escuela y el centro de salud, arreglar la carretera o poner más autobuses.
Uno de los "artistas urbanos" dice: "Las estructuras de gran formato sin ventanas me interesan mucho". Coño, y a mí. No me las toques.
Y en este otro artículo El País entrevista al mismo iluminado. Yo, de entrada, viéndole los gestos noto sus enormes ganas de llamar la atención, de ser protagonista. El titular ya lo dice todo: "Donde destaca el arte urbano es en el entorno rural". Nos ha jodido. Y en la catedral de Toledo también, como queda dicho. Tú pintas de rosa y verde puñeta la fachada sur de la catedral de Toledo y llamas la atención bastante. Aún diría más: Bastante.
(De paso, que nos explique por qué lo llama entonces "urbano". A qué se refiere exactamente, si es que se refiere a algo. Arte urbano en entorno rural: Lomo con tomate pero sin tomate).
Pero quién soy yo para meterme con este espabilao, si ya la entradilla dice que coge unos cien aviones al año. Yo cojo ninguno o uno. (Bueno, ninguno o dos: El año que vuelo hago ida y vuelta).
(También pienso que los ingenieros que hicieron esos silos eran de poco avión. Antes se cogían menos, pero es que además me los imagino especialmente discretos e incluso oscuros, secretos, sosos, meros funcionarios aburridos que hacían su trabajo estupendamente bien y sin gesticular, pobres diablos que seguro que iban a trabajar con corbata y tenían bigotito: Qué impresentables).
Pero es que, además de todo lo malo que dice Antonio (falta de respeto por el patrimonio construido y falta de sensibilidad hacia su geometría, ritmo, textura...), los políticos lo aplauden y, como no tienen ni la más remota idea de qué hacer con nada ni respecto a nada, lo aprovechan para llenar unos minutos de su vacío discursivo perpetuo, y hasta a la gente ignara le hace gracia. Le dan un gran valor y un gran mérito a estas pintadas y ninguno a los edificios que las soportan, y el pintamonas es un "héroe urbano" pero que destaca "lo rural" mientras que los arquitectos e ingenieros somos fríos técnicos, enemigos del pueblo y comedores de niños a ratos perdidos.
Una batalla similar (y similarmente perdida de antemano) es la que libra Ekain Jiménez Valencia, también amigo mío, también excelente arquitecto y también magnífico dibujante y pintor.
En su caso no hay (menos mal: algo es algo) ese encanto estúpido que suscita lo rural en el urbanita irredento, sino que lo suyo es puramente urbano, demasiado urbano.
Él lucha, protesta y clama contra los destrozadores de medianeras y de fachadas ciegas, los adulteradores -porque sí y sin distinguir- de obras arquitectónicas y de paisaje urbano. ¿Cómo puede alguien adueñarse de un paño de esa manera? ¿Cómo se hacen semejantes tropelías a menudo en muros más que dignos en su silencio y en su desnudez sin siquiera consultar al arquitecto del edificio correspondiente? ¿Cómo se adulteran obras de arquitectura y perspectivas de calles y de plazas ante el silencio estúpido y cómplice -cuando no el aplauso- de quienes deberían velar por su conservación e integridad?
No tengo el enlace a este artículo de Ekain, pero si
lo clicáis lo veréis más grande y lo podréis leer.
(Si aun clicando no lo veis suficientemente grande y os cuesta trabajo leerlo,
entonces descargad la imagen y ampliadla en vuestro ordenador).
Aparte de lo que sabiamente han expuesto Antonio y Ekain, me gustaría rematar con -tal vez- lo que más rabia me da, y es con el mesianismo salvador de estos artistas de pacotilla que vienen a tu pueblo o a tu barrio, cagan su mierda y se van con la conciencia tranquila y la cabeza muy alta pensando que te han redimido.
Su pintada va a revitalizar tu pueblo, tu barrio, tu calle. Tienes que ser agradecido.
-¿Qué se dice?
-Gracias.
-Más fuerte.
-¡GRACIAAAAASSSSS!
-Démosle un aplauso a este artista, que ha hecho esto tan bonito cuya vista nos va a alegrar a diario.
-Vamos a ver, señor artista de quincalla y chafarrinón: Váyase a tomar por conducto reglamentario. Déjenos en paz. No nos arregle. No nos cultive. No nos salve de la ignorancia. No nos quite nuestro paisaje. No se crea más que nadie. No nos venga con pastelitos ridículos. Déjenos con nuestra santa hogaza de pan o incluso con nuestra hambre. No se entrometa. En nuestra hambre mandamos nosotros.
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Esto lo contaba mucho el llorado y admirado José Luis Sampedro, citando al hoy injustamente casi olvidado Salvador de Madariaga:
En una zona rural muy castigada de la República Española el capataz de un cacique iba de puerta en puerta ofreciendo dos duros a quien votara a quien quería su amo. Los campesinos tomaban el dinero con avidez y entusiasmo. Menos uno, que le tiró las monedas a la cara diciendo: "En mi hambre mando yo".