Mónica, seguidora del blog, se ha animado a participar en la iniciativa y, como ella no tiene blog, me ha hecho llegar su testimonio por mail, con el fin de que lo publique y os lo haga llegar.Muchas gracias, Mónica, por tu rapidez en participar y por ofrecernos tan generosamente tu experiencia. Y ahora cedo la palabra a Mónica, que es la verdadera protagonista de este post. Espero que os guste!Soy Mónica, una feliz y orgullosa madre. Aunque no tengo blog me uno a la maravillosa iniciativa de Ana. No si antes decirles a todas estas madres blogueras que he ido conociendo a través de Ana y Creciendo con David y sus enlaces, que las admiro muchísimo, por saber distribuir su tiempo hasta para escribir y por contarnos sus experiencias y hacernos sentir a todas las que las leemos y compartimos la crianza con apego, menos solas a pesar de ir contra-corriente.
Voy a hablarles no a las madres sino a las mujeres. En mi otra vida hace unos cinco años y de ahí para atrás era una chica bonita, estudiante brillante, luego profesional de la medicina iniciando el ejercicio su carrera con algo de éxito y sobre todo creo era egoísta. Estaba convencida que la felicidad estaba en los logros, los viajes con los que soñaba, ser admirada, divertirse. Hace cinco años(a mis 28 años) pensé que tenía la plena certeza de no querer tener hijos, pues veía los hijos como una responsabilidad enorme y un obstáculo para todo eso que me gustaba. Busqué a una colega ginecóloga y le planteé que quería una cirugía de esterilización tubárica o Pomeroy, cirugía diseñada para impedir el embarazo y que generalmente se practica a mujeres que ya han tenido hijos. Ella accedió, ya que aun sin tener hijos yo me mostraba muy convencida. Me dio una orden de laboratorios y quedamos de vernos luego.
Sin embargo esa tarde me encontré con un amigo que no veía hace tiempo, médico también, y se lo conté. El me dijo que me aconsejaba que no lo hiciera, porque era algo muy radical y podría arrepentirme en el futuro.
Ese amigo era un viejo amor. Y en nuestra larga conversación el me contó que ya vivía en la misma ciudad que yo (la distancia fue antes un impedimento para una relación entre nosotros). Aunque había la posibilidad de un acercamiento con él no lo acepté pues en ese momento tenía un novio. En nuestra conversación le dejé bien claro que quien me quisiera me aceptaría sin la posibilidad de tener hijos. Yo me llamaba a mi misma una feminista y me creía convencida de estar defendiendo mis derechos.
Me fui a casa y le daba vueltas a mis pensamientos. Yo creía que ser madre o no querer serlo, solo tenía que ver con uno mismo. Sin embargo pensé y si tiene qué ver también con quién será el padre? Rechacé la idea por parecerme antifeminista. Pensé y pensé varios días. Al fin no fui a los análisis de laboratorio ni a nada.
Un año después de esa fecha ya había terminado el noviazgo que tenía y para no hacer el cuento largo les diré que ese viejo amigo que mencioné volvió a aparecer en mi vida. Salimos. Fuimos novios un tiempo muy corto y nos casamos. Luego de un tiempo de casados empezó a surgir en los dos el deseo de tener hijos, pero lo pensábamos, lo aplazábamos, como comentó Ana en un post, quizás queríamos tener todo resuelto.
Hace tres años dejamos la planificación. Pasó un año y nada. Un año de pruebas de embarazo, mes a mes negativas! Al fin el esperado sí. Luego del nacimiento de Luciana nuestras vidas dieron un gran vuelco, pero nunca he sido tan feliz. Luché por lograr amamantarla luego de una cesárea por posición podálica, y aun lacta feliz a sus 13 meses, luché por no oír consejos sino seguir mi instinto. Un día me enteré en la web del doctor Sears y el término attachment parenting y dije vaya no soy solo yo, hasta tiene nombre! Empecé a comprar libros de crianza y a leer y leer en Internet. Otro día encontré a Ana y creciendo con David, a mamá contra-corriente, al blog tenemos tetas, a mamá sin complejos, Kanguret, mucho mamá y muchas que leo a veces y espero me perdonen por no mencionar, soy muy feliz de ver que hay una comunidad de mamás que como yo creen que cambiando la manera de criar podemos cambiar realmente este mundo tan duro y tan violento.
Lo que quiero decir a las mujeres que lean esto y espero no ser mal interpretada es que aunque nos sintamos convencidas de algo en un momento de nuestras vidas, podemos cambiar de opinión. Yo por ejemplo le temía al matrimonio hasta que llegó la persona con quien quise compartir mi vida. Sé que existen muchas maneras de realizarse y ser feliz sin ser madre. Pero y si llegaras a cambiar de opinión como yo? Por si él quién es el futuro padre te hace cambiar (yo siento que con otra persona no me habría arriesgado), por si la maternidad resulta ser luego una maravillosa posibilidad, mujer: no te arriesgues a negarte a la maternidad para siempre.
Mónica Sánchez