Revista Opinión

En nombre del Señor

Publicado el 05 abril 2018 por Juan Juan Pérez Ventura @ElOrdenMundial

Quienes buscan alcanzar sus objetivos importándoles solo el fin y no los medios se las ingenian para conseguir cualquier tipo de excusa —política, cultural o religiosa— que justifique sus actuaciones. El Ejército de Resistencia del Señor lleva más de 20 años atormentando con crímenes de guerra y de lesa humanidad a la población de tres países africanos colindantes en lo que comenzó como una carrera por la creación de un norte de Uganda libre en el que reinasen los diez mandamientos, de acuerdo con la religión cristiana. ¿Existe también el terrorismo cristiano?

Martin tenía solo trece años cuando contaba a Human Rights Watch cómo el Ejército de Resistencia del Señor (conocido internacionalmente por sus siglas en inglés: LRA) apareció una buena noche para llevarse a él y a sus otros cuatro hermanos. Pronto le explicaron que los cinco no podrían servir al LRA, pues su vínculo familiar no les permitiría servir a la insurgencia de manera eficiente. Martin fue obligado a mirar cómo apaleaban a sus dos hermanos más pequeños hasta el último suspiro. Esta historia, cuando menos, estremece, pero la dura realidad es que como esta hay por lo menos tantas como niños ha raptado el LRA para convertirlos en soldados, es decir, más de 20.000.

A lo largo de la Historia, la religión ha conectado a sociedades, ha respondido a aquellas preguntas que la humanidad se hacía pero para las que aún faltaban respuestas, ha permitido a millones de personas tener algo a lo que aferrarse cuando pasaban por sus momentos más complicados y también es una fuente de inspiración para muchos otros. El cristianismo, el judaísmo, el islam o el budismo, por solo nombrar algunas, han sabido satisfacer las necesidades de sociedades en evolución. Sin embargo, la religión también ha servido múltiples disputas y dado pie a brutales conflictos. Esta realidad emana de interpretaciones hechas a mala fe y explotando el significado de las escrituras para avanzar objetivos políticos. La prueba más representativa en el mundo occidental es la amenaza yihadista actual y el autoproclamado Estado Islámico.

Pero este no es un fenómeno exclusivo del islam. Son también otras las religiones que cuentan con individuos preparados para perpetrar abominaciones en su nombre, y el cristianismo no es una excepción. El LRA lleva desde los años 80 cometiendo crímenes internacionales en su misión por crear una sociedad regida por los diez mandamientos del cristianismo. Y no son solo remotos paraderos africanos donde individuos hacen interpretaciones arbitrarias del cristianismo para realizar sus aspiraciones; es un fenómeno que, aunque a los Gobiernos occidentales les cueste reconocer, también está presente en el primer mundo y se ha hecho más vibrante con la globalización y la llegada masiva de refugiados a Europa.

El Ejército de Resistencia del Señor

El origen del LRA está ligado al golpe de Estado liderado por la Armada de Resistencia Nacional que en 1986 derrocaba el régimen de Tito Okello, de etnia acholi, para implantar el longevo régimen de Yoweri Museveni, original del sur de Uganda. Hacer referencia a la cuna de ambos líderes es de suma importancia, pues desde que los británicos llegasen a Uganda estereotiparon erróneamente a la población del norte, en especial a los acholis, como adecuadamente preparados para ser soldados. Por ello, las políticas de desarrollo coloniales se fijaron en el sur, donde se encontraban los intelectuales y familias de poder, lo que creó una gran rivalidad política y un desequilibrio económico entre el norte y el sur del país. De este modo, mientras que el sur iba avanzando, en el norte crecía el resentimiento al sentirse aislados e ignorados. Esta polaridad, lejos de aminorar con la independencia del país en 1962, se acentuaría.

No era de asombrar, por lo tanto, que con la caída del régimen de Okello se presentase el caldo de cultivo perfecto para la formación de grupos insurgentes en el norte; los acholis interpretaban esta caída como el fin de su desarrollo y la vuelta a la marginalización. Así aparecía la Fuerza Móvil del Espíritu Santo (FMES). Su líder, Alice Auma, proclamó un buen día en Opit, un pueblo al norte de Uganda, que había sido poseída por un soldado italiano llamado Lakwena —‘palabra de Dios’—, el cual le había transmitido que Dios tenía un plan para ella: debía purificar su tierra natal mediante la guerra, pues esta era la manera divina de curar al norte de Uganda y liberar a su gente. Sus victorias en contra de las fuerzas del Gobierno se fueron haciendo populares y el número de combatientes fue aumentando de manera fugaz. Antes de entrar en el campo de batalla entonaban canciones religiosas y se untaban en manteca de karité; la rebautizada Alice Lakwena prometía que así ninguna bala traspasaría sus cuerpos. Pero estos meses gloriosos pronto se vieron apagados por el Gobierno, que consiguió controlar la insurgencia, y Lakwena escapó a Kenia tras su derrota. Sin embargo, este no era el fin del movimiento en la tierra acholi.

Joseph Kony, que había visto crecer el movimiento de Lakwena, rechazaba la oferta que el Gobierno hizo a los miembros del Ejército Democrático del Pueblo de Uganda —otro grupo rebelde en busca de la inclusión del norte de Uganda en la toma de decisiones— de incorporación en las filas de las fuerzas gubernamentales en los Acuerdos de Paz de Gulu para seguir con la misión que Lakwena no había podido terminar. Él también creía ser un profeta enviado por Dios para purificar a la gente de Uganda y crear un bastión de la paz. Con este pretexto, renovaba la FMES bajo el nombre de Ejército de Resistencia del Señor, un grupo fundamentalista cristiano con la intención de derrocar el Gobierno.

Sus doctrinas, sin embargo, eran bastante más radicales que las de Lakwena; Kony pensaba que la población acholi debía emprender una “cruzada moral”, pues estaba al borde de la extinción y esta era su única salvación; la violencia estaba justificada y, de hecho, considerada un acto sacramental. Pero no se quedaban ahí: el objetivo era crear mediante la fuerza un norte de Uganda libre en el que los diez mandamientos en los que se basan las actuaciones morales del cristianismo fueran las directrices que rigiesen la vida en esta zona. Haciendo apología de la religión, el LRA encontró un hueco dentro de la población acholi. Llegados a este punto, sería ingenuo asegurar que los objetivos del LRA eran puramente religiosos, pero ignorar que utilizaron pretextos religiosos para cometer abominaciones sería igualmente irresponsable.

La amenaza continua

Son varios los factores que explican cómo Kony llego a amasar tales niveles de poder, capaces de desplazar internamente a más de un millón de norugandeses. Primeramente, cabe destacar que los acholis son una sociedad muy espiritual, que cree en los poderes de los espíritus y los fantasmas. Muchos fueron los que pensaban que la caída del régimen de Okello estaba relacionada con la debilidad de los espíritus acholis, así que comenzaron a apropiarse de figuras religiosas más fuertes, como Jesús, para lograr sus objetivos. Basando sus actividades en la Biblia y las creencias católicas, Kony encontró simpatizantes rápidamente en las tierras acholis.

En nombre del Señor
Cuanto menores son el índice de desarrollo y el PIB, mayor es el rol social de la religión. Así es más fácil explicar el surgimiento de grupos extremistas que utilizan la religión como excusa de sus actuaciones. Fuente: Pew Research Center

En segundo lugar, el Gobierno de Museveni era percibido como incapaz de proteger a los acholis, por lo que cualquier insurgencia que ofreciese protección y potenciar sus valores y creencias habría triunfado en aquel momento de alboroto político, más aún cuando Museveni fomentaba en sus declaraciones públicas el mito de la inferioridad acholi al compararlos con saltamontes encerrados en una botella preparados para comerse los unos a los otros antes que cooperar para buscar una salida común.

Sin embargo, la falta de criterio entre sus palabras religiosas y sus actuaciones pronto hizo pasar al LRA de ser un grupo apoyado por la población a ser un temido, pues a los que en un principio prometieron proteger se acabaron convirtiendo en sus mayores víctimas. Su objetivo de liberar el norte de Uganda en nombre de la religión cristiana fue perdiendo claridad y a medida que pasaba el tiempo parecía que su objetivo era meramente perpetrar atrocidades y violaciones masivas de derechos humanos para seguir sobreviviendo.

Los niños, los mayores perjudicados

Al perder el apoyo de los adultos con sus brutalidades —amputaban manos, pies, orejas y labios a aquellos que no querían apoyar la causa—, empezaron a secuestrar a niños, más fáciles de adoctrinar y manejar al antojo de los líderes. Los desplazamientos nocturnos de niños de las aldeas a Gulu se iban haciendo cada vez más comunes. Muchos se acercaban a hospitales, iglesias y otros centros para pasar la noche y evitar ser raptados. El Gobierno comenzó a asentar pueblos protegidos para las familias más vulnerables; entre 1996 y 2000 más de 400.000 civiles fueron obligados a moverse a estos pueblos.

Cuando eran secuestrados por miembros de LRA, normalmente eran obligados a matar o ver morir a sus padres para hacerlos conscientes de que ya no tenían un hogar al que huir. Asimismo, eran forzados a participar en matanzas colectivas para fomentar el miedo y el sentimiento de culpabilidad entre ellos y asegurarse de que no intentarían escapar. Tras las peleas, se les untaba aceite de nuez de karité en frente, pecho, espalda, manos y pies haciendo el símbolo de la cruz para hacer creer a los niños que así podrían rastrear sus pasos.

Las niñas también eran llamadas al combate; solían ser raptadas a edades más tempranas, pues en el momento en que se convertían en adolescentes se convertían en empleadas del hogar y esposas para los soldados de alto rango; además, cuanto más pequeñas, menos eran las probabilidades de que padeciesen sida u otras infecciones de transmisión sexual. Pronto eran sometidas a maltratos y violaciones constantes; a finales de 1990, ya habían nacido 800 niños en campos del LRA.

Para ampliar: “Stolen Children: Abduction and Recruitment in Northen Uganda”, Human Rights Watch, 2003

¿El fin del LRA?

Desde 1993 son varios los intentos con los que el Gobierno ha pretendido desarmar y acabar con la amenaza del LRA. Sin embargo, aunque efectivamente consiguieron aminorar su poder, estos intentos permitieron que su área de influencia se esparciese hacia los países vecinos.

En nombre del Señor
El Gobierno ugandés consiguió mover al LRA fuera de sus fronteras, pero esto no solucionó el problema. El LRA ha seguido cometiendo atrocidades contra las poblaciones de otros países: en 2008 acababa con la vida de 865 civiles y raptaba a 160 niños en un ataque en la República Democrática del Congo. Fuente: IEEE

Las esperanzas aumentaban cuando en 2005 el conflicto se hacía más visible a nivel internacional al denunciar Museveni a Kony ante la Corte Penal Internacional y concluir esta que el terrorista estaba, efectivamente, perpetrando crímenes de guerra y de lesa humanidad. En 2009 Barack Obama firmaba un plan de recuperación para el norte de Uganda y el desarme del LRA, con lo que daba confianza a la población de los países afectados de un futuro sin el grupo fundamentalista, para lo cual desplegó a combatientes estadounidenses en la región que apoyasen los esfuerzos en la lucha contra el LRA. Además, la campaña viral “Kony 2012” de la ONG Invisible Children, aunque ampliamente criticada, consiguió movilizar a la opinión pública de Occidente, que demandaba a sus Gobiernos aumentar sus capacidades para capturar al líder.

Pero este entusiasmo no duraría para siempre; el año pasado se decidía suspender la búsqueda de Kony al considerar que el LRA ya no es un grupo que suponga una amenaza inminente. De esta manera, uno de los hombres más sanguinarios del mundo actual quedaba en libertad y el LRA sigue cometiendo atrocidades en su nombre.

Para ampliar: “El Ejército de Resistencia del Señor (LRA): 2016, ¿el principio del fin?”, Juan A. Mora en IEEE, 2016

No es un caso aislado

Comparar al LRA con otros grupos fundamentalistas cristianos tras las brutalidades cometidas sería, cuando menos, sensacionalista, pero el LRA no es el único grupo terrorista que justifica sus acciones basándose en interpretaciones arbitrarias del cristianismo; en Occidente es un fenómeno que también se viene dando desde hace tiempo. Por ejemplo, era un miembro del movimiento Identidad Cristiana quien en 1966 hacía detonar una bomba en los Juegos Olímpicos de Atlanta. También son miembros del Ejército de Dios quienes se encargan de llevar ataques en clínicas de aborto en EE. UU.; algunos, como Scott Roeder, argumentan que matar a los doctores que realizan abortos está justificado para salvar la vida de los nonatos. Puede recordarse asimismo el lobo solitario que llamaba a la guerra por una Europa cristiana que en 2011 acabó con la vida de 85 personas en Noruega.

Para ampliar: “El fantasma de la media luna en Europa”, Fernando Arancón en El Orden Mundial, 2017

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Los estadounidenses consideran en mayor medida que aquellos que cometen actos de violencia en nombre del islam son verdaderos musulmanes, mientras que esta creencia disminuye considerablemente cuando se trata de cristianos que cometen ataques en nombre del cristianismo. Fuente: PRRI

Mirando detenidamente las organizaciones detrás de estos ataques, uno puede observar que existe un vínculo directo entre las interpretaciones erróneas del cristianismo y las creencias de una supremacía blanca. Es por ello por lo que en muchas ocasiones son miembros de grupos supremacistas los responsables de ataques terroristas perpetrados por cristianos extremistas. Sin embargo, a los responsables de estos ataques normalmente se los tacha de enfermos mentales y nunca como terroristas, pues haría elevar la preocupación en las agendas políticas de los países europeos a un primer nivel. Teniendo en cuenta que las europeas son sociedades creadas sobre los pilares del cristianismo, afirmar que existe una amenaza que emana directamente del epicentro de estos pilares sería incómodo para muchas naciones.

Así, aunque en EE. UU. solo un 12,4% de los ataques en 2017 fueron perpetrados por musulmanes, recibieron un 41,4% de cobertura mediática, una atención claramente debida al impacto del 11S en la sociedad estadounidense. Además, centrarse en la amenaza yihadista sirve mejor a los intereses geopolíticos occidentales y hace posible la retórica de “nosotros contra ellos”, que permite a los Gobiernos obtener el apoyo necesario para llevar a cabo acciones que de otra manera sería imposible.

En nombre del Señor
Sin contar ataques masivos como el de Oklahoma en 1995 —perpetrado por el ultraderechista Timothy McVeigh— o el 11S —que desbancó al anterior como el mayor atentado en la Historia del país—, las personas que han muerto en EE. UU. desde 1990 hasta 2017 en ataques liderados por miembros de la extrema derecha doblan los asesinados por islamistas radicales. Fuente: PBS

Aunque esta es una amenaza que los Gobiernos tarde o temprano van a tener que hacer frente, parece que de momento no va a ser posible. Son muchos los Gobiernos occidentales populistas que, como Donald Trump, han llegado al poder gracias en parte a grupos de extrema derecha y supremacistas blancos, que tienden a utilizar interpretaciones extremistas de la palabra de Dios para avanzar sus objetivos políticos y no creen, irónicamente, que exista tal cosa como individuos que cometan actos terroristas en nombre de la fe cristiana.


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