En muchas ocasiones tengo la sensación de estar perdido. De encontrarme en un bosque, andando entre los árboles, sin ver, sólo en la oscuridad. Así podría definir como me siento en algunos momentos en mi trabajo: soy docente de Educación Física.
Hace poco leía una entrada en el blog JUSTIFICA TU RESPUESTA con el título de docentes resilientes, en ella se habla sobre las adversidades a las que nos enfrentamos diariamente. En el post se distinguen dos: ambiente de aula o centro escolar, haciendo referencia al número de alumnos, sus malas conductas, así como, a la mala o nula relación con los compañeros y a la situación personal, que hace referencia a tu estado de ánimo.
Quiero centrarme en esta segunda. Es cierto, a veces, el desánimo se apodera de mí. Es como el lado oscuro de la fuerza. Pasan por mi cabeza multitud de pensamientos: ¿seré válido para la docencia? ¿estaré haciendo las cosas bien? ¿Disfrutan mis alumnos conmigo? ¿aprenden algo?
He pasado tardes enteras preparando clases para el día siguiente, visualizando como podrían desarrollarse, analizando las estrategias a implementar previendo los posibles problemas, poniéndome en el papel de los alumnos (si yo fuera un alumno de 11 años, ¿esta clase me gustaría?). Cuando vas planificando, te vas imaginando su desarrollo en la cabeza. Es el mejor momento. Te ilusionas pensando que todo va a salir genial. Te pega el subidón. Estás convencido. Te dices a ti mismo: "¡tengo una clase preparada para mañana que van a flipar!". Y resulta que llegas al día siguiente y la clase es un fiasco. Tu autoestima por los suelos. Te caes. Te derrumbas. Te desmoronas.
Algunas veces, tengo ganas de liarme la manta a la cabeza, pedirme una excedencia y estar un año formándome en diferentes temáticas. El desasosiego me atrapa. Me agobio. Me asusto. Empiezo a dudar de mi mismo. De la formación que he recibido. Dudas y más dudas que me hacen entrar en un bosque. Adentrarme en la oscuridad. Querer perderme.
Una vez allí, sólo y a oscuras es cuando empiezo a reflexionar. Aparecen todos mis "monstruos" gritándome: ¡No vales para esto! ¡La docencia no es lo tuyo! ¡Eres un pésimo maestro! Y en ese preciso instante, es cuando algo dentro de mí brota, empiezo a recordar mis comienzos, los buenos momentos pasados con mis alumnos, las buenas experiencias vividas: leer ¡Qué gran aventura!, Retos del cole, todo aquello que hace que me sienta orgulloso de ser docente. Y empiezo a notar como la oscuridad se disipa, como la luz empieza de nuevo a brillar, es lo que mi compañero Santiago Moll identifica como resiliencia. Eso hace que vuelva a luchar, que no me dé por vencido.
A través de estas líneas, simplemente, quiero mostrarte mis miedos a nivel personal, los cuales, no tienen por qué coincidir con los tuyos. Puede que alguien se identifique con lo que aquí expongo o puede que no, que solamente me pase a mí. Simplemente me apetecía escribir. Para terminar voy a compartir con vosotros la siguiente viñeta. ¡No olviden nunca lo que en ella se lee!