(Advierto, estoy un poco espesa…)
Aún recuerdo la primera vez que escuché de parte de un compañero de trabajo explicar la esencia militarista de la escuela, desde las cosas aparentemente más triviales, como la fila, la campana, hasta las más profundas; recuerdo que quedé pasmada. Nunca he comulgado con el sistema escolar, lo padecí de chica, lo odié de adolescente, lo cuestioné e intenté re-significarlo como trabajadora y como madre… pero nunca había visto las cosas tan claras, fue deslumbrante.
Pensé que era la escuela, la escuela y punto… sin embargo voy pediendo la inocencia y poco a poco a voy descubriendo que es la escuela como descenlace de la crianza… los padres estamos en pie de guerra con nuestros hij@s, más aún l@s adult@s estamos en pie de guerra.
Esa cosa, cuasi ser humano que depende de nostr@s y se da el lujo de tener voluntad propia. Esa cosita chiquita que vive bajo nuestro techo pero no cumple nuestras normas, que nos debe obediencia y sin embargo quiere hacer las cosas a su manera. Es@ pequeñ@ renacuajo que si no despistamos se “nos sube a la barbas”, ese adulto en formación que se da el lujo de necesitar aunque no sea oportuno y de tener deseos que atentan contra los nuestros. Ese pequeño monstruito que espera la menor posibilidad para hacerse con el mando de nuestras vidas. Ese recipiente de egoísmo, manipulación y caprichos varios… por no decir maldad.
Somos una sociedad en pie de guerra con l@s niñ@, esos seres amorfos y caóticos de quienes lo único que esperamos es que sean “adult@s de bien”, a quienes se supone debemos moldear arrebatándoles todo signo de voluntad propia, de libertad, desobediencia e insumisión, porque para ser “adult@s de bien” es el único camino posible…
Estamos en pie de guerra cuando como sociedad avalamos que l@s niñ@s lloren sin un pecho o un regazo donde guarecerse; cuando aceptamos y perpetuamos una visión de l@s niñ@s que habilita que nos pongamos por encima de ell@s para criarlos, que creamos que es “por su bien” y “que a mi me duele más que a ti” cuando nos vemos con nuestras carencias y mezquindades y recurrimos a los golpes, insultos, manipulaciones, castigos y agresiones verbales y emocionales. Estamos en pie de guerra cuando nos relacionamos en términos de ganar o perder, “no dejes que te manipule”, “no permitas que te tome el tiempo”, “tiene que saber desde pequeñ@ quien manda” y de esa forma les transmitimos una visión del mundo y l@s otr@s que los acompañará más allá de nostr@s, donde no existe hermandad ni comunidad posible, donde tal y como lo estuvieron mientras fueron niñ@s están solos a merced de un mundo hostil. Estamos en pie de guerra cuando les arrebatamos el poder sobre su vida y nos erigimos como sus guardianes y reyes asumiendo que cualquier decisión, desde la más nimia, hasta la más trascendental que a ell@s atañe, nos compete a nosotr@s tomarla sin que medie objeción ni opinión posible, ya que ell@s son sólo niñ@s y ¿qué puede saber un/a niñ@? Estamos en pie de guerra cuando los desconectamos de su voz interior diciéndoles y lo que es peor haciéndoles saber que aquello que necesitan y desean no es válido, es sólo un capricho, una tontería, una muestra más de su egoísmo y que sólo aquello que esté en concordancia con nuestros deseos será tenido en cuenta e incluso aplaudido. Estamos en pie de guerra cuando aceptamos verbos como moldear, disciplinar, obedecer dentro de la crianza, con los respectivos métodos y herramientas que ellos conllevan y así criamos soldados, educamos soldados que estén dispuestos a obedecer, que sepan seguir órdenes sin preguntar y necesitar sin jamás pedir, nos parecen maravillos@s l@s niñ@s obedientes, l@s que nunca dan problema, l@s que saben hacer lo que se les pide, los que nos temen y reconocen nuestra autoridad con solo una mirada. Criamos soldados que luego sabrán desenvolverse perfectamente en un mundo violento, donde algunos obtendrán altos rangos y los demás estarán a la espera del nuevo recluta para saciar su ira.
Estamos en pie de guerra tal y como lo estuvieron con nosotr@s, porque al parecer la violencia que hoy ejercemos es el derecho que ganamos por sobrevivir a la violencia de nuestra infancia, es nuestra forma de venganza, o para ser más generosos con nosotr@s la manera como sacamos fuera y elaboramos el veneno que durante años nos ha ido carcomiendo.