FICHA TÉCNICA:
Dirección: François Ozon
Guión: François Ozon, Juan Mayorga
Producción: Eric Altmeyer, Nicolas Altmeyer
Música: Philippe Rombi
Fotografía: Jérôme Alméras
Montaje: Laure Gardette
Diseño de vestuario: Pascaline Chavanne
FICHA ARTÍSTICA:
Germain: Fabrice Luchini
Claude García: Ernst Umhauer
Jeanne Germain: Kristin Scott Thomas
Esther Artole: Emmanuelle Seigner
Ralph Artole Padre: Denis Ménochet
Ralph Artole hijo: Bastien Ughetto
Argumento:
Germaine es profesor de literatura en un elitista centro de estudios, es reacio a toda novedad e intenta vivir una existencia de acuerdo a sus principios, hasta que uno de sus alumnos le plantea un reto difícil de superar: ¿es posible que realidad y ficción puedan mezclarse? Entre ellos se establecerá un complicado juego en el que las vidas ajenas serán el centro de atención.
Curiosa y divertida comedia de un rebelde Ozón, basada en la obra de teatro “El chico de la última fila” de Juan Mayorga, que ganó la Concha de Oro a la mejor película en el festival de San Sebastian. El panteón literario francés sirve como modelo para indagar en las relaciones humanas desde el humor, riéndose de las convenciones sociales y los tópicos. Los dos protagonistas tienen unas vidas de lo más corriente (impagable el momento en el que conocemos el mundo familiar de Claude, el chico protagonista) y si la literatura sirve como vía de escape ¿se corresponde el mundo del arte con aquello de lo que nos habla? ¿Vida y arte pueden ser uno solo?
La película destila ironía, cinismo, autoparodia… en el juego en el que realidad y ficción se entremezclan y se ven las caras y lo que sale a la luz es la previsible mediocridad de todos los actores de “éste gran teatro que sería la vida…”, si se me permite parafrasear (o fusilar, según prefieran) a Shakespeare. Y es que no hay nada más divertido que ver reflejadas nuestras propias miserias en el relato que nos están dando. Es la comedia humana de Balzac, todos en nuestros pequeños relatos cotidianos formamos parte de un todo mayor y las historias son infinitas. Y de ahí que la literatura viaje de Flaubert a Celine, el mundo social recorrido mediante sus símbolos.
En un ejercicio de una narración notable, con algunos golpes de humor que merecen un aplauso y unas actuaciones impagables, “En la casa” nos propone también una mirada sardónica hacia las intenciones que mueven la vida contemporánea, donde la sofisticación, el gusto por lo actual sólo esconde la necesidad de adaptarnos al común denominador. Lo cierto es que a veces, desde la necesidad de plegarse a un trabajo que nos obligue a ejercer la hipocresía para sobrevivir, a la parodia del arte contemporáneo como ejemplo de un mundo que no acepta su banalidad, la ironía es el mejor remedio para soportar a los demás y soportarnos a nosotros mismos.