FICHA TÉCNICA:
Dirección: James Huth
Guión: Sonja Shillito, James Huth
Producción: Richard Grandpierre
Fotografía: Stéphane Le Parc
Montaje: Joëlle Hache
FICHA ARTÍSTICA:
Charlotte Posche: Sophie Marceau
Sacha Keller: Gad Elmaleh
Laurent Helewa: Maurice Barthelemy
Léonard: Timéo Leloup
Suzy: Miléna Chiron
Louis: Timothe Gauron
Argumento:
Sacha adora a sus amigos, tocar el piano y salir de marcha. Por las noches toca en un club de jazz y seduce a chicas jóvenes y atractivas. Vive el momento y disfruta de la vida. Pasa de despertadores, de anillos de compromiso y de los impuestos.
Charlotte tiene tres hijos, dos ex maridos y dirige una fundación de arte contemporáneo. En su vida no hay lugar para el romance.
Son polos opuestos, no tienen nada en común… pero están hechos el uno para el otro.
Desde Francia nos llega una de las comedias mejor conseguidas de lo que llevamos de año. La felicidad nunca vien sola es una fábula sobre el amor verdadero, la madurez y la familia que, pese a lo manido de los temas, consigue arrancarnos unas cuantas carcajadas por la, más o menos, originalidad de su presentación.
Y es que cuando tienes una historia tan típica como treintañero largo, músico, bohemio y vividor sin remedio conoce a mujer madura despampanante, pero con hijos y responsabilidades o le das una vuelta de tuerca a la cosa, o se te queda en nada. Y en esta ocasión el director James Huth ha optado por bañar todo de gags de comedia salvajes, con tortas a casco porro y accidentes por doquier. Y, quién se lo iba a imaginar pero este experimento de Notting Hill-meets-Jack Ass funciona, y bastante bien.
Funciona gracias a unos protagonistas fantásticos, una pareja hipertelegénica con una química que rara vez se ve; y también gracias a un elemento fundamental en las comedias románticas como son los secundarios. Quizás, en esta película tenemos la novedad en que los momentos más histriónicos y desmelenados que suelen estar adjudicados a los segundos, son la pareja protagonista la que se lleva la palma, sobretodo Sophie Marceau, cuya torpeza y mala suerte es el centro cómico de casi toda la cinta.
Obviamente es la agilidad del guión la que sostiene todo esto, manteniendo bien el ritmo durante casi todo el metraje, si acaso es el último giro el que le hace perder algo de empuje, pero que era necesario para el obligado final féliz, y que es perdonable en cualquier caso.