FICHA TÉCNICA:
Dirección: Paolo Sorrentino
Guión: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello
Producción: Francesca Cima, Nicola Giuliano, Andrea Occhipinti, Mario Spedaletti
Fotografía: Luca Bigazzi
Montaje: Cristiano Travaglioli
FICHA ARTÍSTICA:
Cheyenne: Sean Penn
Jane: Frances McDormand
Mary: Eve Hewson
Madre de Mary: Olwen Fouere
Mordecai Midler: Judd Hirsch
Argumento:
Cheyenne es una antigua estrella de rock. A pesar de sus cincuenta, conserva una imagen gótica y vive en Dublín de los derechos de autor. La muerte de su padre, con quien no tenía relación alguna, le lleva a Nueva York, donde descubre que su progenitor vivía con una obsesión: vengarse de una humillación de la que había sido víctima. Cheyenne decide hacer realidad ese deseo de venganza, pero, para ello tendrá que emprender un viaje a través de América.
Un lugar donde quedarse es de esas películas que, cuando terminas de verlas, no sabes muy bien si te han gustado o no, y no es hasta que las dejas reposar un poco que ves qué cosas permanecen y cuales se van.
Es una película irregular y bizarra por momentos, empezando por Cheyenne, el personaje al que interpreta Sean Penn, un rockero gótico de los 80 que lleva 20 años recluído en su mansión desde que dos de sus fans adolescentes cometieron suicidio. Lo raro, raro de Cheyenne es que no dejó su alter ego atrás y se dedicó a vivir el resto de su vida como una persona normal, sino que todos los días se levanta, se maquilla y se carda el pelo como si estuviera atrapado en un bucle sin fin a lo “Día de la marmota”.
El drama familiar que se establece al principio y el proyecto de historia de amor adolescente entre Mary y Arnold se queda abandonado cuando Cheyenne tiene que marchar a Nueva York para enterrar a su padre, superviviente de Auschwitz, y es ahí cuando la cinta da un giro y se convierte en una extraña road movie en la que el cantante se ve obligado a encontrar al militar nazi que le torturó y así vengarle.
Como en toda road movie que se precie, el viaje exterior refleja el viaje interior y la búsqueda del camino de vuelta a casa es, finalmente, el tema que recorre toda la cinta. De hecho, la elección del título This Must Be The Place y el uso constante del tema del mismo título de Talking Heads – con una mágica actuación de David Byrne en directo incluída y un guiño a la versión de Arcade Fire – no son casualidad.
Aunque el guión esté algo deslabazado y la actuación de Sean Penn roce lo histriónico en varias ocasiones, lo cierto es que tiene suficientes momentos de magia y corazón como para terminar cautivando. No gustará a todos, desde luego, pero como experimento, merece un visionado.