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Fieles cristianos segregados en Italia, obligados a celebrar misas clandestinas y con cruces ocultas para evitar que sean destruidas o quemadas por fanáticos islámicos. Todo esto ocurre en el Gargano, a 40 km de la tumba del Santo Padre Pio en Puglia. La historia, increíble, dice Cristiano Gatti anticipa el futuo. Se encuentra a 300 inmigrantes africanos, los trabajadores estacionales de los campos de tomates, que viven en un barrio marginal bajo la constante amenaza de los musulmanes que vienen de fuera: “Tenemos miedo, sí. Desde hace dos años, tenemos que rezar el domingo entre nosotros sin ser vistos“.