Las organizaciones que funcionan mal, once de cada diez veces, pueden encontrar la causa del problema en las personas que las dirigen. Si la cabeza está mal, es casi imposible que la estructura o la burocracia puedan lograr resultados, al menos no de manera sostenible.
Siempre se trata de las personas. Y las personas más importantes deben ser aquellas con mayor posibilidad de impacto. "Nobleza obliga" dice la expresión popular. Si sos o te consideras noble, debes actuar como tal. Stan Lee inmortalizó en palabras del tío Ben (el tío de Peter Parker aka Spiderman): "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Dos maneras de decir lo mismo.
Por eso, cuando las personas que dirigen las organizaciones fallan, hay poco por hacer.
Y si nos centramos en las personas, y las pensamos como organizaciones, también podemos afirmar que, si la cabeza está mal, difícil que el resto pueda funcionar. Hay una brillante escena en la película La dama de hierro, en la que una anciana Margaret Thatcher visita al médico y tienen el siguiente intercambio:
- ¿Cómo te sientes, Margaret?
- Ese es el problema de nuestra sociedad. Las personas están más preocupadas por lo que sienten que por lo que piensan. No me peguntes qué siento, pregúntame qué pienso.
- ¿Qué piensas, Margaret?
- Cuidado con lo que piensas, porque eso se convierte en tus palabras. Cuidado con tus palabras, porque se convierten en tus acciones. Cuidado con tus acciones, porque se convierten en tus hábitos. Cuidado con tus hábitos, porque van forjando tu carácter. Y tu carácter te convierte en tu destino (en lo que sos).
Si atendemos la lógica que sigue la Dama de Hierro, todo empieza por la cabeza, por nuestros pensamientos. De ahí para abajo, la secuencia puede ayudarnos a desarrollar hábitos virtuosos, o a generar hábitos nefastos. Somos lo que hacemos, y hacemos lo que pensamos. Entonces, ¿qué tipo de persona querés ser? ¿Querés ser alguien valioso? ¿Un giver, en términos de Adam Grant?
En primer lugar, hacé un diagnóstico.
¿Qué ocupa tu cabeza la mayor parte del tiempo? No me refiero solo a los momentos de ocio, sino también dentro del horario laboral productivo.
¿Tiendes a mirar más hacia afuera, a tus superiores y colegas?
¿Destinas tiempo pensando en lo que los otros hicieron o dejaron de hacer?
¿Tenés facilidad para señalar culpables o echar culpas?
Esos pensamientos, ¿qué tipo de conversaciones te invitan a tener?
¿Has criticado o hecho un juicio de valor negativo sobre alguien en la última semana?
¿Tiendes a hablar más sobre planes e intereses, o sobre rumores y opiniones?
Además, ¿cuánto tiempo de pantalla (celular) dedicás por día? ¿En qué aplicaciones se te va la mayor parte del tiempo? ¿No lo sabés porque no lo medís? ¿Por qué será?
Tercero, ¿cuánto tiempo de inactividad tenés en el trabajo? No porque la jornada no sea desafiante, sino porque pierdes el foco de lo que deberías estar haciendo. ¿Cuánto tiempo seguido tiendes a dedicarle a la misma tarea? ¿Te distraes con facilidad? ¿Cuáles son los factores más grandes de distracción?
En base a lo anterior, ¿qué tan productivo sos? ¿Estás satisfecho con lo que te suele rendir la jornada laboral? ¿El tiempo nunca te alcanza para nada? ¿Has tenido que recurrir a alguna excusa ante tu falta de resultados? ¿Y en casa? ¿Sí te alcanza el tiempo? ¿Suele haber reclamos en tu pareja o tu familia?
DONDE ESTÁ EL PRESUPUESTO, ESTÁ EL CORAZÓN
El subtítulo suele ser una gran verdad dentro y fuera de las organizaciones... y de los hogares. Podemos tener discursos muy lindos, pero las prioridades, lo que es importante, solo se ven en términos de asignación de presupuesto. El resto son cuentos de hadas.