Revista Salud y Bienestar
¿En qué grado somos los profesionales de Atención Primaria responsables de su deterioro?
Por DoctorcasadoTras leer una reflexión de Rafa Cofiño sobre la arrogancia de la medicina de familia y la Atención Primaria donde con criterio se pone el dedo en algunas yagas acepto la invitación del autor para unirme a su línea de pensamiento y plantear la pregunta que da título a este texto.
Lo primero aceptar, aunque sea con dolor, que los pecados capitales que cita Rafa son totalmente ciertos. Agresividad asertiva, buenismo exacerbado, soberbia, orgullo, arrogancia y algo de ceguera, confusión y falta de referentes, guías o un mínimo liderazgo con sentido.
Y es que la reforma de la Atención Primaria que trajo los actuales centros de salud, la medicina de familia, la enfermería comunitaria y todo lo demás fue un claro avance congruente con los tiempos. Una subida de escalón. Lo que parece que ha ocurrido es que nos hemos quedado de piedra en ese rellano, dentro de una escalera sanitaria que parece derrumbarse poco a poco. ¿Por qué no se han dado más pasos? ¿Por qué no ha avanzado el modelo, la forma en que prestamos servicio y atención?
Responder estas preguntas no es sencillo, no por falta de respuestas válidas sino por ausencia total de alternativas o propuestas implementables. Como mucho hemos desarrollados modelos teóricos o elaborado sesudos informes y manuscritos dando cuenta de lo mal que está la cosa pero sin conseguir que nadie ponga un euro o acometa cambios de calado. Llevamos mucho tiempo acumulando manos de pintura sobre un casco apolillado que no deja de abrir vías de agua cada vez más terribles. Ahora lo llaman cronicidad, complejidad o envejecimiento poblacional pero son las mismas heridas del sistema por las que cada vez mana más agua.
Sergio Minué lleva años predicando en el desierto los males y pecados que sufre la medicina de familia y la Atención Primaria. Lo hace desde su blog con una gran lucidez, aportando argumentos de peso y su correspondiente defensa teórica. Su discurso también suele señalar hacia la pregunta con la que empezamos esta reflexión. Y es que alguna responsabilidad tendremos los miles de profesionales que servimos en este barco maltrecho llamado sanidad y sus correspondientes asociaciones profesionales (colegios, sociedades científicas, sindicatos, etc...).
Lo cierto es que no es fácil proponer cambios e innovación en ámbitos rígidos, sobrecargados y hiperburocratizados y desfinanciados. Después de atender una consulta de más de 40 pacientes o de alguno menos pero con mucha complejidad, no suelen quedar ganas para inventar la pólvora o comenzar una revolución. Conozco a muchos médicos de familia que sobreviven como pueden en cotidianidades que les chupan literalmente la sangre. Los pecados que se nos achacan son todos verdaderos, y la lista propuesta se queda claramente corta. Pero a los pecadores anemizados por décadas de sangrías tanto en el presupuesto como en sus carnes no les da su maltrecho cerebro para hallar el grial que les conduzca a ese edén sanitario de los que todos hablan pero que nadie ha visto (ni siquiera en el Reino Unido o los países nórdicos).
Un servidor se reconoce pecador. También del todo ignorante, mucho más sobre cualquier tema de griales santos o profanos. Ahora que me he retirado a trabajar de médico de pueblo mi ignorancia es aún mayor al empezar a darme cuenta de que la complejidad social, psicológica, biológica y existencial de los pacientes que atiendo supera en mucho mi capacidad. Hace falta tiempo y espacio para enfrentarse, atender adecuadamente y aguantar la incertidumbre que trae consigo la complejidad. Si además viene llena de dolor, sufrimiento, agobio, edad avanzada y pluripatología no les digo nada. Pero con el tiempo pasa como con el dinero: parece que no hay.
Soy consciente de que las propuestas que hemos podido haber lanzado en estos años, los caminos que han acabado en fracaso o los pocos aciertos que hayamos conseguido no serán suficientes. No hemos tenido fuerza (probablemente por nuestra legendaria desunión) las enfermeras, trabajadoras sociales, administrativos, matronas, directivos y médicos que trabajamos en Atención Primaria para que nada de calado se implemente. También me doy cuenta de que será el mercado, una vez más, el que ocupe el vacío de liderazgo y de propuestas. Y no me gusta nada el panorama.
¿Responsabilidad? Sí, asumo que soy enteramente responsable de este nuevo hundimiento, quizá el último. Pero no soy ingenuo, también lo son los cuadros directivos que durante años han minado datos en lugar de salir del despacho y atreverse a hacer cambios, los políticos que han priorizado año tras año su interés y el ciudadano medio que en general se ha mantenido al margen.
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