![]() Foto El Mundo. Alimentando el efecto llamada. Decía doña Calmen Calvo Poyatos, inefable ministrilla de la desastrosa administración zETAparo que, entre otras paridas en su haber tiene el haber cascado de arriba a abajo el Archivo de Salamanca, que el dinero público no es de nadie. Dicha aseveración, muy en la línea de lo que la administración a la que perteneció en particular y lo que el sucialismo supone en general, podría servirnos para hacernos una idea de en que se han invertido tras décadas y media de la Historia de España que no ha sido tanto en hacer avanzar el país, cómo hacer avanzar las cuentas corrientes de esos personajillos que son los politicastros. Personajillos a los que lo mismo les sirve un roto que un descosido sin tener que afrontar ninguna responsabilidad. Puedes declarar que vas a independizar tu región, puedes haber chirlado varios millones de euros del erario público mediante EREs ilegales o simplemente puedes verte con personajes de turbia existencia para, en según que gasolineras, cerrar acuerdos particulares cargando los gastos a los ciudadanos porque ya lo decía Calvo, el dinero público no es de nadie.Cosas extrañas. Y es que al hilo de esa falta de posesión del dinero público, los politicastros, esa especie de sucedáneos de políticos que padecemos en la parte española de la Península Ibérica, se siguen haciendo leguas de lo que es el derroche más inconmensurable e ilimitado que imaginarse pueda. No importa en absoluto que usted o yo no podamos llegar a fin de mes. Da exactamente igual que tengamos un agujero autonómico desmesurado y totalmente anormal. Ellos tienen un tren de vida y una concepción de las cosas que más que en España, parece que estamos en el más industrializado de los países del mundo. De ahí que tengamos un estado desmesurado, un derroche incontrolado e injustificado y todos, desde el Gobierno de España hasta el más nímio de los ayuntamientos del terruño patrio, se crean con todo el derecho y más a reivindicar autovía, hospital, aeropuerto y universidad. Aunque no exceda de doscientos habitantes. El grado de imbecilidad y despilfarro al que vamos llegando, pues viendo según que cosas creo que aún estamos en camino, sería difícil de calcular por nuestros abuelos, acostumbrados a guardar en la alacena para cuando no hubiera. Y es que el hecho tácito es que nuestras Administraciones esquilman nuestros recursos con el fín último de mantener a una red ¿clientelar? de inmigrantes a los que ponen en un altar mientras a los de aquí nos echan a los perros. No es raro que, según el Banco de España, nuestros queridos inmigrantes esos millones de personas sin cualificación procedentes de cualquier parte que llenaron nuestras obras, nuestros campos y nuestra asistencia domiciliara, costaran a España una media de diez mil euros anuales que se iba, verbigracia, a sus paises de origen en lo que es una esquilmación plausible del país. No lo digo por racismo sino por mero sentido común. Sólo hay que ver cómo están nuestros centros asistenciales, cayéndose a trozos y cómo andan los albergues de por ejemplo, Jaén, en los que durante la época de la recolección de la aceituna, esos desgraciados, que no van a encontrar trabajo, pueden cuscurrear un par de meses de mesa y mantel por la jeta mientras miles de españoles no tienen que comer. Jaén es el ejemplo. Jaén siempre ha sido una tierra de paso. Es ésta cualidad la que lo convierte en objeto predilecto de estudio a la hora de comprobar que larga tienen la mano nuestros politicastros para el derroche en pos de parecer más políticamente correctos y más solidariamente ineptos mientras la población oriunda de la provincia tendrá mucha suerte si tiene familia que la acoja y le de dé de comer porque, en caso de ir al paro, ni los que votamos ni los que viven sin tener que vivir de nosotros, es decir, los sindicalistos, moverán un dedo por él. En cambio, durante la época de recogida de la aceituna, cómo ya citaba anteriormente, se han extendido por toda la provincia los albergues de temporeros. Hace ya unos cinco años que no se necesita inmigrantes para recoger la aceituna, pues con los parados de la construcción y empresas que de ella dependían, se cubren sobradamente los cupos para el tajo. Aún así, los inmigrantes siguen llegando, en masa, acogidos por los albergues que, dicho sea de paso, están equipados a todo confort mientras algunos tenemos que escribir con cuatro mantas sobre los hombros porque no nos da ni para la calefacción. Todo ello, cama, comida, ducha, por cinco días de límite en la misma población pero con posibilidad de ir saltando de pueblo en pueblo sin necesidad de buscar trabajo, crea una suerte de red clientelar que alimenta el boca a boca manteniendo saturados todos los albergues a costa del erario público. Antes se comprendía la utilidad de éstos locales para que el temporero inmigrante encontrara tajo, momento en el cual era el contratante el que tenía la obligación de procurarle el alojamiento. Ahora que ya no se necesita esa mano de obra al estar cubierta ampliamente por la población local, se siguen, no ya abriendo, que tampoco es cosa de dejar a esos seres a la intemperie, sino construyendo nuevos albergues que atraen nuevos inmigrantes mientras colegios, calles, iluminación, hospitales y básicamente servicios esenciales, se van viendo recortados en fondos y dotación. Es la máxima por la cual se debería empezar a invertir en los de fuera cuando habiendo invertido en los de dentro, los recursos sobran. Y no cómo sucede, justo al revés. No falta dinero, sobra despilfarro. El caso es que entre IRPF, IBI, impuestos indirectos, IVA. y toda una serie de impuestos que cómo cuentas, componen el rosario que llevamos a cuesta en nuestra larga subida al Calvario, el español cubre, de sobra, un estado de Bienestar a la medida de un país cómo Reino Unido, con casi sesenta millones de habitantes. Lo que falla es la apreciación, pues mientras un inmigrante tiene ayuda a la vivienda, a los libros de los nenes, a la reagrupación familiar, subsidios por las más variopintas cosas y no tiene que hacer amago de trabajar, haciéndolo en negro casi siempre, el español está tan sumamente cogidísimo de los huevos que no puede ni tirarse un pedo sin que el Estado le grave un 21%, aproximándose al pedo guarrete o con sustancia. Y así con todo. No es que no haya dinero, España no está en crisis. Es que está sobredimensionado el deporte nacional que supone apretar los tornillos a los contribuyentes hasta que la vaca no sóla mente no de más leche, sino hasta el mismo punto en que no pueda parovecharse ni la piel, de jirones que tenga por intentar quitarse los parásitos a dentelladas. Así nos vá... 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