Una de las primeras veces que el Hombre se pintó a sí mismo, mostrando así su pensamiento simbólico, a pesar de que aun (hace unos 13.000 años) era un animal más en la naturaleza.
Ante guerra, violencia y crimen la mente de la persona suele tender al pesimismo, que se expresa con frases como ‘¿a dónde va el mundo?’ o ‘si es que no aprendemos’. Sin embargo, es innegable el avance tanto en ciencia y técnica como en pensamiento que viene protagonizando el ser humano desde que apareció, muy lentamente al principio pero cada vez más deprisa. Lo que parece mucho tiempo, en la escala geológica de la tierra es un parpadeo
Sólo hace unos 200.000 años que el homo sapiens, única especie viva del género homo, pisa la tierra. Pudiera parecer mucho, pero comparado con la historia de la tierra es un instante; además, las especies suelen existir entre dos y tres millones de años antes de extinguirse (hay excepciones, como los tiburones, que llevan unos trescientos millones de años nadando). Aquellos remotos individuos no tenían grandes garras, colmillos o cuernos, ni eran rápidos ni fuertes, y aunque contaban con la inteligencia, tenían que aprender a sacarle partido, pues apenas habían empezado a obtener ventajas, como el dominio del fuego, la fabricación de herramientas de piedra y, sobre todo, el incipiente lenguaje (que sólo incluiría unas cuantas palabras de objetos básicos, y cada grupo tendría el suyo).
Durante los siguientes 190.000 años (más o menos) el ser humano fue un animal más incorporado a la naturaleza, con sus presas y sus depredadores, con su hábitat, su nicho ecológico y sus competidores, pues existían otras especies del género homo. Tenía la inteligencia, sí, pero también todo por imaginar y por hacer, era como un recién nacido, que tiene potencial pero ni siquiera lo sabe. Fue avanzado en tecnología de armas (el arco, la primera máquina), herramientas, vivienda… y poco a poco fue apareciendo el pensamiento simbólico e incluso el sentimiento de trascendencia, como demuestran el arte rupestre o los enterramientos con objetos representativos que van más allá de lo puramente animal.
Hace unos diez mil años el hombre ya domina su entorno lo suficiente para no depender de lo que la naturaleza da, es decir, aprende a cultivar y a estabular animales, con lo que se asienta cerca de sus posesiones, así que también empieza a construir en piedra. Con el paso de los milenios van apareciendo nuevos conceptos como propiedad, sociedad, ciudad, autoridad… Y hace unos cinco mil años, en Mesopotamia, y con el fin de saber cuánto y quién había pagado impuestos al templo y al palacio, alguien ‘inventó’ la escritura. Casi al mismo tiempo en el mismo lugar otro inventó la rueda y el carro. Y poco a poco las armas, utensilios y herramientas dejan de fabricarse en piedra y se pasa al uso del metal. Hacia el año dos mil antes de Cristo (también en Mesopotamia), aprovechando que el invento de la escritura se extendía imparable, algunos reyes promulgan las primeras legislaciones de que se tiene noticia, los primeros códigos morales que afectan a la persona, los más remotos antecedentes de conceptos como el derecho de la persona.
En definitiva, el ser humano ha necesitado unos 196.000 años para poder pensar y divulgar las primeras normas, obligaciones y derechos. Y como viene siendo habitual desde los primeros pasos, cada avance posibilita otros y cada vez más rápidamente. Es decir, desde la aparición del primer código de leyes, los avances en el terreno del pensamiento se han sucedido mucho más deprisa, del mismo modo que ha ocurrido con los avances en tecnología, medicina o transportes. Hasta que a mediados del siglo XX se redactan y socializan los Derechos Humanos (con antecedente en las ‘verdades evidentes’ que se mencionan en la Declaración de Independencia de EEUU en 1776).
Dos mil siglos ha necesitado homo sapiens para llegar a esa base legislativa que, al menos teóricamente, todo el mundo acepta. Desde la perspectiva del individuo ha sido un largo viaje que partió de cero. Pero es evidente que con cada paso, con cada siglo, todo ha ido mejorando para la persona; cierto que se han producido retrocesos y que siempre ha habido y seguirá habiendo injusticias y quien tenga menos humanidad que aquellos homo de hace doscientos mil años, pero es innegable que la mayoría de la población vive mejor y disfruta de más medios, más derechos y libertades que nunca.
A pesar de todo, cuando suceden guerras y calamidades se escuchan frases como ‘¡que paren el mundo que me bajo!’ o ‘estamos peor que nunca’ o ‘es que no aprendemos, tropezamos una y otra vez en la misma piedra’. Sin embargo, parece más saludable abrir la perspectiva y entender que sí, que hay y habrá unos pocos sin escrúpulos y con mala intención para amargar a los demás, pero eso no quiere decir que ‘vamos patrás’ ni que ‘no tenemos arreglo’, pues la mayor parte de la población es razonablemente decente y razonablemente respeta las normas.
Hace 200.000 años el ser humano no era más que un animal más compitiendo en la naturaleza. Sus descendientes, desde entonces, nunca dejaron de buscar la mejora de su pensamiento, cultura, tecnología o esperanza de vida. Habrá calamidades originadas por la mano humana (la que puede matar y salvar), pero siempre serán contrarias a la tendencia general.
(A Juan José del Riego Fernández, 1927-2022)
CARLOS DEL RIEGO