Revista Opinión
El Partido Popular pide a gritos la dimisión de Zapatero. En realidad llevan pidiéndola prácticamente desde que los socialistas ganaron las elecciones en el año 2004. Ni dos años de vida le daban a la primera legislatura, como para aguantar que se complete una segunda. Al griterío se une la chabacanería de la alcaldesa valenciana, Rita Barberá, que después de llamar "miserable, incompetente e ignorante" al Presidente del Gobierno ha afirmado que no acometerá recortes hasta que se vaya Zapatero. Todavía habrá quien se pregunte por qué la ciudadanía está tan harta de aquellos a los que han elegido en las urnas y dicen representarles.
No me gustan las medidas adoptadas por el gobierno para reducir el déficit, e imagino que tampoco le gustarán a los alemanes las adoptadas por Merkel, a los italianos las aprobadas por Berlusconi o a los franceses las que llevará a cabo Sarkozy, por poner solo tres ejemplos de lo que está sucediendo en Europa con unos gobiernos de derechas que, siguiendo el razonamiento de Rajoy, no han hecho los deberes a tiempo y ahora tienen que tomar medidas que recaen, una vez más, sobre quienes están pagando esta crisis desde que comenzó, pero no sobre quienes la provocaron. Y no gustándome en absoluto que un gobierno de izquierdas adopte medidas que posteriormente aprueba la derecha europea, me pregunto si había otras alternativas para reducir el déficit o no nos quedaba otra. Imagino que esto mismo habrán pensado todos esos dirigentes, el nuestro incluido, al verse poco menos que obligados a poner sobre la mesa las políticas más impopulares, a pesar del elevadísimo coste electoral. Supongo que estamos ante lo que se conoce como "sentido de Estado". Si a pesar del giro a la derecha del PSOE, el Partido Popular considera que con Zapatero no podremos salir de esta crisis, por coherencia, respeto a la ciudadanía, responsabilidad y hasta sentido de Estado, deberían plantear una moción de censura, presentando un candidato y un programa de gobierno. Pero, disponiendo de ese mecanismo, no lo utilizan: simplemente esperan, sin hacer nada, criticando, descalificando, exigiendo, negándose a todo, absteniéndose cuando no quieren dar la cara. Ante esa posición, cómoda y cobarde, solo nos queda esperar y exigir cuentas a nuestros políticos cuando termine la legislatura. Hasta entonces que Dios, si existe, y los mercados especulativos, si no los regulan antes, repartan suerte.