Después de la conquista de Toledo (1085) la política militar de Alfonso VI y de los reyes castellanos en este área geográfica, se centró en el control de los pasos al sur de la ciudad y cerrar los caminos principales, el de Calatrava por las Guadalerzas y el de Córdoba por el puerto de Alhover.
Cercano a este último se levantaron algunos torres o atalayas y se restauraron otras al tiempo que se promovía la repoblación del alfoz toledano, llegando algunas pequeñas comunidades mozárabes hasta los propios Montes, donde en 1146 les cedieron territorios cercanos al Milagro para su establecimiento, fundando algunas aldeas como Villar de los Porcos (hoy Valdepuercas) o Alhover junto a una torre de observación o vigilancia llamada "Mirador" o "miraculum", de donde tomó el nombre el Milagro.
Algunos kilómetros más al Sur en la angostura del río Bullaque se había levantado una torre en terrenos dados también a un repoblador posiblemente mozárabe de nombre Abraham, padre quizás de un tal Joani Abraham, establecido en aquellos parajes en 1146. Esta familia dio el nombre a la torre conocida como de la "Foz de Abraham" 2 cuyo objetivo era vigilar el paso por el Bullaque del camino cordobés y ponerse en comunicación con la torre del Milagro defendiendo las amplias navas y rañas del valle de "El Molinillo".
Defensas que se mostraron inoperantes o quizás habían sido abandonadas por su aislamiento, en al campaña que en el otoño de 1213 emprendieron los musulmanes cordobeses para alcanzar Toledo a través de este territorio. Pasaron por la torre de Abraham y Alhover, arrasaron a su paso quizás Peña Aguilera y Pulgar, recorrieron los campos cercanos a Toledo y cruzaron el Tajo. Conocida esta invasión, la ciudad armó su milicia de "peones e caballeros e ballesteros" y pusieronse tras ellos, alcanzándoles a la altura de la torre de Abraham, combatieron y los derrotaron, apoderándose de un considerable botín, aunque no pudieron evitar que mataran a los cristianos cautivos que llevaban. Para obstaculizar la retirada a los que huían entre el monte, lo prendieron fuego "e quemaron muchos moros". Los cristianos tampoco hicieron prisioneros y regresaron a la ciudad con las cabezas de sus enemigos junto con los trofeos de la batalla.
El arzobispo de Toledo D. Rodrigo Jiménez de Rada (1209-1247) escribía en su obra De Rebus Hispanie: ...'por aquél tiempo el mismo arzobispo repobló el castillo que se llama Milagro en la ruta habitual que utílizaban los árabes para llevar el peligro a Toledo. Aunque se detuvo allí algún tiempo, las obras del castillo no avanzaban al presentarse el impedimento de las lluvias e inundaciones, sin embargo hizo lo que pudo y tras dejar allí caballeros y otros combatientes para que protegieran el recinto de la nueva población, acudió a la iglesia de Toledo... "
Conocía la importancia estratégica del lugar, y estaba interesado en fijar una población que defendiera el paso considerado la llave de Toledo en el camino de Córdoba.
Allí en un altozano cortado por unos acantilados sobre el río Milagro, se intentó levantar un castillo, donde posiblemente existió una vieja atalaya del siglo XI, para apoyar y defender la nueva puebla del Milagro y el camino que subía por el puerto de Alhover buscando la vertiente del Tajo hacia Toledo.
El arzobispo animaba personalmente las otras urgentes de fortificación, murallas, foso, cerca, y como no, la construcción de una pequeña iglesia donde celebrarían el prelado y los clérigos que le acompañaban.
La primavera de aquél año fue abundante en agua y, como él mismo dice, las obras avanzaban despacio. Debían picar la dura cuarcita para practicar un foso, acarrear materiales de construcción, levantar una cerca, casas... y todo ello con el peligro permanente de las continuas algaradas musulmanas rondando las cercanías.
En ausencia del arzobispo por tener que celebrar los oficios de la Semana Santa en la capital de su diócesis, se presentaron frente al as débiles fortificaciones del Milagro "setecientos jinetes y mil cuatrocientos infantes árabes; durante un día atacaron duramente a los que estaban dentro de manera que a penas quedó alguno de éstos vivo o ileso. Sin embargo los agarenos, temiendo la entereza de los asediados, se retiraron con muchas bajas por flechas, espadas y piedras y fueron tan numerosas las pérdidas de los sitiados que ninguno de ellos pudo permanecer en el castillo ".
Ante la situación producida, los defensores del Milagro decidieron enviar mensajes al Arzobispo quien de inmediato les mandó tropas de refuerzo ocupando el castillo, y los muchos heridos fueron conducidos en carretas a Toledo. Los nuevos combatientes continuaron las obras en el castillo y la aldea.
El 6 de noviembre de 1214 recibía el Arzobispo Rada por cesión de Enrique I el castillo del Milagro y su término que comprendía desde el puerto de Alhover al de Orgaz con los pobladores de Los Yébenes, Navas de Bermudo, Garganta, Balbuela, Fuente de Rabinat, Corral Rubio, Puertos del Avellanar y Marchés hasta el río Estena y hoces del Guadiana y las sierras de Domingo Alhaquin, el campo de Arroba y Alcoba, el Robledo de Miguel Díaz, el Sotillo de Gutiérrez Suárez y las Navas de Sancho Jimeno hasta Avenojar. Este gran territorio se puso bajo el dominio del castillo creándose así el núcleo originario de las tierras que posteriormente se conocieron como Montes de Toledo.
Al año siguiente, el arzobispo comenzó a reorganizar esta amplia jurisdicción para estimular su repoblación, consiguiendo el 4 de enero de 1215 una escritura real, por la que todos los que quisieran poblar los términos señalados, serían sometidos al juicio del castillo del Milagro, extremo confirmado por el Papa Honorio III el 9 de febrero de 1217.
Fernando III continuó apoyando al Arzobispo en su empeño de repoblar los Montes, concediendo a los pobladores de los términos del Milagro el fuero de cualquier villa o ciudad que eligiera.
A estos términos unió Jiménez de Rada los del castillo de Dos Hermanas en la actual Navahermosa, Malamoneda en Hontanar y el de Muro junto al Guadiana que compró al repoblador palentino Tellez de Meneses, extendiendo sus dominios más allá del río Cedena por el NE y hasta Cijara por el SE.
La posesión de estos amplísimos términos administrados por el Arzobispo en las proximidades de Toledo, controlando los pasos de los montes, llamados entonces Xara, debió inquietar al rey y quizás a los toledanos, consiguiendo el monarca una permuta cediendo al prelado la ciudad de Baza aún por conquistar y Añover en la Sagra, a cambio de nuestro territorio.
Tres años después, en 1246, vendió Fernando III a Toledo todo lo que había recibido del arzobispo entre ello el castillo y puebla del Milagro, naciendo así el territorio de los Montes de Toledo donde se habían consolidado las aldeas y poblados de Pulgar, Peña Aguilera, El Corral de San Martín García, Dos Hermanas, Cedenilla, Malamoneda, Ferrera, Peñaflor, Yébenes, San Andrés, Sta. Me de la Nava, Marjaliza, Navarredonda, Milagro, La Torre de la Foz de Abraham, Muro, Cijara, Peña y Alcocer.
A pesar de los deseos del arzobispo la puebla del Milagro no prosperó. Ya en el siglo XV se había despoblado por malsana y parte de sus habitantes fundaron el Molinillo, otros pasaron a Peña Aguilera, y a las aldeas de Avellanar y Casas de Boher.
La iglesia del Milagro se convirtió en una ermita en despoblado, atendida por la nueva parroquia del Molinillo y la de Ventas con Peña Aguilera.
Los montes se dividieron en 7 cuadrillas o territorios menores. Una de ellas fijó su sede en el Milagro tomando su nombre. Las restantes fueron las de Estena, Hornillo, Arroba, Las Ventas, San Pablo y Herrera.
De la ermita dedicada a Ntra. Sra. del Milagro, conocemos por documentos del siglo XVI, que se veneraba una imagen en su capilla a la que tenía gran devoción y frecuentaban los vecinos del Molinillo y los del lugar de las Ventas que acudían allí cada año.
"Tiene la dicha ermita de Ntra. Sra. del Milagro de propios una casa junto a dicha ermita donde se acogen los que vienen a la romería y una posada de colmenas y cuatro cercas para pan y un molino... " además de otras propiedades.
En la visita eclesiástica efectuada al Molinillo en 1754 se dice que el licenciado D. Juan Carlos fundó una Obra Pía en la ermita del Milagro para sus reparos y que el superávit que existiese, sirviera para dotes de sus parientes huérfanas de los lugares del Molinillo y Ventas con Peña Aguilera. Dotó también a la ermita de cinco cercas, tres pedazos de tierra, cuatro huertos y 32 colmenas. Era el administrador de estos bienes, en el año indicado, Manuel del Peral.
Concluyendo.
El paraje de El Milagro del que no queda hoy sino la ermita, los muros desvalijados del castillo y parte de la antigua cerca medieval, fue un lugar como hemos visto de gran interés estratégico en la Baja Edad Media, donde el arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada puso todo su empeño repoblador y concibió en él una gran puebla con extensos dominios bajo la jurisdicción del Castillo del Milagro. El mismo prelado dirigió las obras de la fortaleza y puebla, viviendo largas temporadas con los repobladores. A él se debe la fundación de la iglesia del Milagro hoy ermita, levantada en el mismo lugar que la primitiva del siglo XIII que debió sufrir reparaciones y transformaciones a lo largo de setecientos años, hasta llegar al aspecto con que hoy la conocemos. No hace mucho todavía se podían ver lápidas sepulcrales de pizarra con inscripciones góticas en orla muy deterioradas, por sus alrededores.
La puebla del Milagro, pese a sus privilegios, después de pasar a la jurisdicción de Toledo en 1246 se mantuvo con escaso vecindario hasta el siglo XV que desaparece, debido según las crónicas, a que era lugar malsano, posiblemente por la cercanía del arroyo del Milagro que especialmente en épocas estivales se estancaría y facilitaría el desarrollo del paludismo y otras enfermedades. En el siglo XV el núcleo principal del vecindario se estableció un poco más al sur, no lejos del camino de Córdoba en lugar más despejado, dando lugar a El Molinillo. Pero otros se fueron a vivir a Peña Aguilera, lugar al que Juan II había dado fuero de repoblación en aquella misma centuria. Estos vecinos siempre se mantuvieron unidos a su solar de origen por los fuertes lazos de una gran devoción por Sta. Mª. del Milagro, a la que no dejaron de venerar pese a la distancia, origen de la romería que se celebra el primer sábado del mes de septiembre.
Por tanto nos encontramos ante uno de los santuarios marianos más antiguos de los Montes de Toledo, donde el culto ha permanecido de una manera continuada desde el siglo XIII, pese a las vicisitudes y movimientos migratorios de sus antiguos pobladores, cuyos descendientes han hecho posible el milagro de mantener una tradición ininterrumpida durante cerca de setecientos años, en uno de los lugares de mayor contenido histórico de la comarca, unido al gran arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada su fundador.
Vicente LeblicTexto obtenido de la revista de Estudios MonteñosFuente: http://www.retuertadelbullaque.com/historia/milagro.php