Revista Cine
En tierra hostil (2008), de kathryn bigelow. la guerra como droga.
Publicado el 14 marzo 2010 por MiguelmalagaComo todos sabemos, "En tierra hostil", ha sido la gran triunfadora en los oscars de este año. Aunque en realidad no me importen demasiado estos premios y no afecten demasiado a mis elecciones cinematográficos, bien es cierto que siempre es curioso enterarse de las tendencias imperantes cada año en la Academia de Hollywood. Unos premios, por cierto, donde no siempre prima la calidad a la hora de elegir candidatas, sino muchos otros factores. En cualquier caso, es difícil acordarse, por poner un ejemplo, de que película ganó hace dos años. Solo quedan en la imaginación colectiva las producciones que sumaron records de estatuillas, como "Titanic" hace más de una década.
He de decir que, en lo personal, llevaba semanas deseando ver esta película, pero diversar circunstancias me lo iban impidiendo. Curiosamente, a pesar del número de nominaciones obtenida, no se encuentra entre los bombazos (y nunca mejor dicha esta palabra) taquilleros de la temporada. Parece ser que en Estados Unidos (y en Europa), hartos de noticas bélicas, el deseo del espectador es elevadirse en fantasías de tres dimensiones al estilo de "Avatar" (que también, a su modo, puede tener una lectura política) o de próximos estrenos como "Alicia en el país de las maravillas" y "Furia de titanes". Una opción absolutamente respetable, por otra parte, pues la grandeza del cine reside en su capacidad de trasportarnos a otras realidades para que olvidemos nuestro a veces frustrante día a día o, en otras ocasiones, analizar esta misma realidad que nos rodea y ofrecernos conclusiones sangrantes o esperanzadoras, aunque el pesimismo imperante esté haciendo en la actualidad hincapié en la primera opción.
Obviamente, "En tierra hostil" pertenecería al grupo de películas que tiene los pies en la tierra. Bigelow intenta analizar de forma minimalista el día a día de un grupo de artificieros que se juegan día a día la vida en ese avispero iraquí que ha quedado, junto a la crisis económica más grave en decenios, como impresionante legado de la presidencia más burda de la historia, la de George Bush.
La película se acerca al pequeño grupo de soldados en un tono casi documental, aunque es el sargento James el protagonista absoluto de la cinta. Un hombre que no puede vivir sin su dosis diaria de adrenalina bélica, en este caso representada por su afición a desactivar las bombas-trampa que prepara la insurgencia iraquí para hacer la vida imposible a los marines. Según sabemos en un determinado momento, el sargento lleva la friolera de casi novecientas desactivaciones. Desde el principio el espectador intuye que este personaje no es el típico soldado que pretende que los días pasen para volver a casa de una pieza. Como bien se decía en la también oscarizada "El secreto de sus ojos", a un hombre solo puede se le puede conocer a través de sus pasiones. La pasión de James es el riesgo. Como bien le dice a su pequeño hijo durante su breve estancia en casa: "cuando seas como yo descubrirás que sólo hay un par de cosas importantes en la vida; en realidad, sólo una".
Y es que el ser humano es complejo. Y entre sus infinitas complejidades puede estar la afición de seguir vivo día y día y guardar en una caja los objetos que podrían haber truncado la existencia. Probarse a sí mismo que la línea que separa la vida de la muerte puede ser finísima. Quizá esto haga valorar más la vida, vivir más plenamente cada segundo. En todo caso, poco más sabemos del protagonista, pues en realidad la historia de la película es circular, como el infierno del Dante, como la propia guerra de Irak, que desmoraliza a los soldados enfrentados a un enemigo invisible que se oculta entre la población civil. Cualquiera de los iraquies asomados en las terrazas de los edificios, que contemplan el espectáculo casi circense de unos hombres jugándose la vida por una causa que se les ha olvidado ya bajo el sol implacable en el que trabajan, puede ser el poseedor del teléfono móvil que active el explosivo.
Como decía, el planteamiento circular de la película, a pesar de mostrarnos la guerra como una pesadilla que se repite de la misma manera día tras día, puede ser un lastre para el espectador, al que se le muestran escenas parecidas varias veces durante el metraje. En todo caso, esta es la guerra particular de los artificieros, el pan suyo de cada día, podriamos decir. Solo que el sargento James, con su amor personal por el riesgo, pone en riesgo al resto de los hombres, desatando conflictos que son olvidados al día siguiente. Estar vivos una jornada más es lo importante. Una reflexión personal: ¿tan importante es jugarse la vida en desactivar unos explosivos encontrados en el centro de una avenida sin asfaltar jalonada por viviendas ruinosas o en medio de un camino desértico? ¿no sería más racional evacuar la zona y hacerlos estallar sin más?
La personalidad del protagonista y sus motivaciones son un misterio para el espectador. Sabemos que es un hombre egocéntrico, que encuentra placer en el reto que le supone su trabajo diario. Parece un soldado de vuelta de todo. Su visita al hogar se resuelve en un par de escenas desasosegantes: para él resulta más complejo enfrentarse a pequeños retos cotidianos como elegir unos cereales en el supermercado o llevar una convivencia razonable con su familia que desactivar un artefacto. Es su pasión, lo que mejor sabe hacer, lo que da sentido a su vida, lo único que es capaz de ponerle un esbozo de sonrisa en el rostro.
Con todo, el balance que me deja la película de Bigelow es agridulce, aunque dicha sensación se ha ido atenuando con el paso de las horas, dando más consistencia a lo dulce que a lo agrio.Aunque la historia que cuenta es demasiado pequeña, las relaciones entre los artificieros apenas están esbozadas y la visión de la guerra de Irak es demasiado parcial, es evidente que esa es la pretensión de la directora. Como bien dice en la entrevista publicada en la revista "Dirigido" del pasado mes de febrero:
"Lo que más me interesó de este proyecto fue la posibilidad de humanizar a estos soldados. No fue mi intención mirar la guerra desde una toma panorámica, no quería hacer un film ideológico ni político, sino mostrar que estos hombres que están allí son seres humanos".