Me educaron en la religión católica, con sus mandamientos, sus confesiones, sus pecados, sus culpas, sus bautizos y sus comuniones. Celebraba el día de la palma, iba a misa los domingos, colegio de monjas en mi adolescencia, hacía de “monaguillo” en la iglesia de “mi pueblo gallego” durante esos veranos, navidades y semanas santas llenas de magia y rodeada de alguna que otra meiga (que habelas, hainas)…
Rezaba cada noche para aprobar los exámenes, para que la profesora que me gustaba me hiciera caso, para no sentir miedo, para no sentirme sola, para que todo se arreglara…
A medida que mi mente se fue encendiendo, mi corazón se fue apagando y con él toda mi Fe. Mis ojos seguían llorándole a mi almohada, mis sueños dejaron de ser soñados y mis latidos pasaron a ser pensados….porque Él no me escuchaba, Él no me hacía caso, Él no “lo solucionaba”, Él no “lo milagraba”…así que yo también decidí darle espalda y expulsarlo de mi Esperanza.
Me convertí en ese tipo de ateos hasta la médula en el que cualquier “deidad” era la invención de un ser humano inseguro, cobarde, débil y con la autoestima por los suelos que necesita de algo/alguien externo a él al que acudir para huir de si mismo y de la responsabilidad de su propia vida.
Cuando “desperté espiritualmente” hace 3 años empecé a meditar, a recitar mantras, a encender inciensos y velas, a llenar mi casa de budas, a dibujar mandalas, a utilizar el mala tibetano, a realizar retiros, a conocerme, a desnudarme de esas corazas con las que me había vestido, a recordar lo que era Sentir, a Recordar-me…
El domingo llegué a Fátima donde las vírgenes, los ángeles, las misas, los sacerdotes, las monjas, las penitencias, los peregrinos, los mensajes, las apariciones, el dinero, la iglesia, la religión, el negocio y, sobretodo y por encima de cualquier creencia…, el respeto, la hermandad y la Paz brillan allá en lo alto y acá en lo bajo por su enorme Presencia. Esa energía de Amor, de humildad…esa gratitud hacia lo “desconocido” que sólo un Corazón abierto, dispuesto a Vivir puede emanar…, se respiraba en cada esquina de cada rincón de cada suspiro de cada mirada de cada persona que viajaba hasta allí para encontrar ese pedacito de cielo que en alguna tormenta perdió.
Seis días desconectada de un mundo repleto de distracciones…Seis días de profunda conexión interior, donde algo que ni siquiera sabía que había escondido, salió a la Luz, poquito a poco…sin que me diera cuenta…
Y el penúltimo día, mientras estaba sentada conversando con mis múltiples voces, a la sombra de un árbol amigo, con vistas a un cielo más que azul y la melodía de unos pájaros cantores de fondo…un “clic” de esos que te explotan por dentro me hizo una visita de ésas…que ya no te permiten volver atrás.
Dios, y no la Fuente o el Universo o el AMOR como hasta ahora lo llamaba, DIOS…ése al que en su día castigué por no salvarme cuando me estaba ahogando…volvió a mí y yo volví a Él, sin “necesidad de”, sin buscar, sin pretender, sin solicitar, sin reclamar, sin orar…Sólo lo encontré aquí Dentro, dónde lo había tan bien ocultado.
Y entonces entendí que jamás se fue, que nunca me abandonó, que había estado desde que nací sosteniendo todos esos momentos de dolor, de noches oscuras, de sufrimiento…todas esas experiencias que yo consideraba no eran justas porque no había hecho nada malo para merecerlas…y que son las mismos gracias a las cuales yo soy quién soy, por las que ahora me siento tan Plena (incluidos los días en los que la soledad, la perdición, la duda, la tristeza o la ira me acompañan) y gracias a las cuales puedo Sentirme tan agradecida por la familia que tengo, los amigos que me rodean, la cama en la que duermo, la comida con la que me alimento, las piedras con las que me tropiezo, el camino que voy recorriendo y por esas “cosas” tan sencillas, tan gratuitas…que le dan sentido a mi Vida.
Me perdoné por haber renegado durante tanto tiempo de esa Fe tan ciega que me corre por las venas y a la que mi miedo a “no ser correspondida” estancó en el lodo de mi inconsciencia. Solté por completo el amarre que aún me encadenaba de “ver para creer” y me permití no ser mi única salvadora, mi única heroína, mi única “a ciencia cierta”, mi única “razón”, mi única “tú sola puedes con todo”, mi única “no necesitas a nadie”, mi única ayuda, mi único Recibir…
Y le pedí que tuviera Fe en mí, aunque muchas veces no me entienda, aunque mis acciones no siempre sean las más honradas, aunque en ocasiones mis pensamientos me oscurezcan, aunque algunas de mis ausencias pudieran parecer infinitas….no me iba a rendir, pasara lo que pasara, sucediera lo que sucediera…llegaría hasta el fondo de mi Corazón, Regresaría a mi Hogar y volvería de nuevo a AMAR.
En un lugar llamado Fátima…
me reconcilié con DIOS
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