Revista Opinión
“En un principio era el verbo, y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Ya sé que se trata sólo de una parábola, “parola, parola, parola”, canta la enigmática cantante italiana que no tiene cejas, la sin par Mina, pero, ojo, con desprestigiar, con desoír a las palabras, a las parábolas, porque son la quintaesencia de la vida.Quizá la izquierda se ha olvidado del poder de las palabras, de las parábolas, y precisamente por eso ha perdido esta inmensa batalla que asola el mundo, porque no se trata sólo, como decía Manuel Garrido, ayer , en un comentario a mi post “Rajoy, punto”, de la titánica lucha por el poder económico que se está llevando a cabo en el mundo sino también de aquella otra que se desarrolla a través de las palabras y ésta también la está perdiendo la izquierda.Si yo digo, aquí y ahora, que el mundo está mal hecho, poco importará que sea verdad porque no lo va a leer casi nadie, 50, 80, 100 y pico personas, en el mejor de los casos, pero estas cifras qué son cuando se trata de 7 mil millones de personas, en cambio una juez de Galicia y otra de Sevilla, 2 jueces, 2 mujeres, claro, o raro, han dicho, y por escrito y con la fe judicial de sus respectivos secretarios judiciales lo que lo transforma en verdad absolutamente inatacable, que Griñán y Blanco son 2 delincuentes de tomo y lomo, y lo serán, por lo menos, hasta el próximo 20N que, qué coño pero si es mañana, y de eso precisamente se trataba de que muchos fueran a votar con las imágenes de Blanco y de Griñán, 2 de los más importantes personajes de la teórica izquierda española, no ya en la picota sino lo que es mucho más, en los puñeteros juzgados, o sea, que ríanse ustedes de los Gürteles y otras varas de medir en los que sólo se trataba de 4 trajes, habrase visto tanto escándalo cuando aquí y ahora se trata de que en Andalucía se jugaba con todos los mimbres de la Seguridad Social poco menos que al caliche, o sea, que se le resolvía la vida para siempre, pensión mediante, a los lobos de la misma camada, de modo que las juezas, dijeron ¿queréis gürteles, pues tomad griñanes y blancos pero a fondo, gravando para siempre los presupuestos públicos de España y de Andalucía para todos los siempres, y esto lo hace la ultraderecha con todo el descaro del mundo porque sabe que no va a pasar más que lo que ellos, ellas, quieren que pase, que una serie de palabras más juegue a favor de sus bastardos intereses, sobre todo contando conque las teles, las radios, los periódicos son todos, en su inmensa mayoría, menos uno y medio, de esa misma ultraderecha desvergonzada y vociferante que no tiene inconveniente alguno en mostrar una teta de la Chacón rodeada de militares.De modo que se trata de eso y ellos lo saben, de que el verbo se haga carne y habite entre nosotros y, por si falta poco, “parole, parole, parole”, de modo que todos los Goebbels, que son muchos, muchísimos, demasiados, una cantidad absolutamente insoportable, echen sobre los próximos votantes millones y millones de verbos, de palabras, hasta que la gente no tenga más remedio que exclamar si alguien le preguntara por qué iba a votar a la derecha que le va a apretar la soga al cuello hasta impedirle respirar, “pero, coño, es que tú no lees los periódicos ni escuchas la radio ni ves la televisión, si todo el mundo lo dice y lo sabe, estos redomados izquierdistas ni son de izquierdas ni ná, una parvá de sinvergüenzas llevándose el dinero a espuertas de todos sitios” y las urnas reventarán de votos a la ultraderecha porque, sí, señores, precisamente, en un principio era el verbo, y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros y por si faltaba algo, Mina, sin cejas, vino y nos cantó una y otra vez aquello tan suyo de “parole, parole, parole”, como si ella también fuera, como lo es Aznar, un Berlusconi de vía estrecha, de modo y manera, que no hay nada que hacer, no sé si ni siquiera vale la pena de ir a votar el domingo.Pero yo, que soy un jodido cabezón, voy a hacerlo para que luego mi conciencia no me venga con eso de “llora como una mujer lo que no quisiste defender como un hombre”, que es precisamente lo que hacen todos esos tipos que se rinden ante una turbamulta de “paroles, paroles, paroles”, porque además, esa cochina leyenda puede leerse en las esquinas de todos los altares del mundo católico: “en un principio, era el Verbo, y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, claro, coño, que sí pero y de qué modo.