Revista Cocina
Los orígenes del vino se dan desde hace mas de 5000 años, y su situación era más por la zona del mar Caspio y en la antigua Mesopotamia. Pero de donde realmente lo conocemos es de la alimentación mediterránea, puesto que forma parte de la reservada originalidad de esta dieta, junto con el trigo y el olivo. El vino, según la clase debe formar parte moderadamente de una alimentación equilibrada. Se elabora mediante la recogida de la uva desde los viñedos, y posteriormente se utiliza una prensa para hacer el caldo de la uva (antiguamente las mujeres con los pies limpios se metían dentro de un barreño grande donde se ponían todas las uvas y caminaban sobre ellas para aplastarlas y sacar todo el jugo), luego se introduce en depósitos para la correcta fermentación. Dependiendo de la uva que se haya cosechado obtendremos diferentes tipos de vino, como pueden ser el dulce, el semidulce, el seco, el rosado, el blanco o el tinto. La fermentación de esta bebida y sus muchos componentes como lo son el tanino, las antocianinas, el resveratrol y otros componentes antioxidantes son los responsables de que esta bebida sea la más adecuada para prevenir las enfermedades coronarias y protectora de algunos tipos de canceres, pero siempre tomado con moderación, lo recomendado es no sobrepasar los tres vasos en el hombre y el vaso y medio la mujer, por eso decimos que debe de estar en una alimentación equilibrada, pero con moderación. Por otro lado sus múltiples virtudes hacen del vino la bebida predilecta en la alimentación mediterránea, para ayudar a controlar la presión arterial y aumentar la resistencia de los vasos capilares, disminuye el riesgo de padecer cálculos renales, controlar el colesterol malo (LDL) y también mejorar la asimilación de las proteínas y mejorar en los periodos de astenia o de debilidad.