Revista Cultura y Ocio

‘En una noche oscura’, por John Michael Talbot

Por Maria Jose Pérez González @BlogTeresa

La  canción “One dark night” (“En una noche oscura”) pertenece al album The Lover and the Beloved, de John Michael Talbot (1989), único en su discografía interpetado solo con voz y guitarra. Las letras de las canciones de este disco están tomadas de poemas de S. Juan de la Cruz (como es el caso de la presente canción), Thomas Merton y otros místicos.

J. M. Talbot es un compositor y cantante estadounidense de música cristiana. Nació en 1954 en Oklahoma City, en el seno de una familia metodista. La figura atrayente de Francisco de Asís lo llevó a estudiar el franciscanismo, y más tarde, a vincularse a la Iglesia Católica. Es además, fundador de una comunidad de tipo monástico: Los Hermanos y Hermanas de la Caridad,  en Eureka Springs, Arkansas (USA). Dedica su ministerio eclesial a la predicación, el testimonio y la motivación oracional a través de su música.

Canciones del alma que se goza de haber
llegado al alto estado de la perfección,
que es la unión con Dios, por el camino
de la negación espiritual.
1. En una noche oscura
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.2. A oscuras, y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!
a oscuras, y en celada,
estando ya mi casa sosegada.3. En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía,
sino la que en el corazón ardía.4. Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada:
oh noche que juntaste
Amado con Amada.
Amada en el Amado transformada!

6. En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

8. Quedéme, y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

S. Juan de la Cruz


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