Revista Cultura y Ocio

En viaje con Hebe Uhart

Por Melita @meliricotera

Escribo esto mesquinándole un valioso recuerdo al olvido.

Era un Jueves y nos atravesaba una cita con motivo literario: Escuchar a Hebe Uhart hablar de sus viajes. Nos morfamos la excusa y nos encontramos. Cuando hablo de nos, quiero traer al discurso a Nadia, compañera de pasión y viaje.

La fui a buscar y la encontré entre pinturas, fotos, muebles bonitos, discos, libros, una amiga suya, jamón y galletitas, teatro y mate.

Llevarme a su discurso era hablar de Zárate. De hablar de Zárate brotó pensar sobre esa búsqueda constante por la expresión que habita en zarateños y vecinos de otras ciudades, originaria, según Nadia, en aquel histórico Naranjo en flor. Y Zárate le habló a Nadia de su taller y del Proyecto Refucilo. Entonces, en su discurso apareció Minner y algo se tornó de colores dentro de ella. Una total fascinación ante un personaje, sus facetas, su máquina poética y su guarida. Con el amor en los ojos, Nadia hablaba de lo que le resultaba increíble y, por lo tanto, hablaba de ella. Escucharla me hacía olvidar que el mate estaba frío.

Salimos a encarar la situación de casi no saber a dónde íbamos. Condición de privilegio para el abanico de posibilidades, descubrimos luego. Salimos y la luna estaba gigante. No me olvido de la imagen. Hacia ella arrancamos y nos dirigimos a tomar el subte Línea A.

Sabíamos muy poco una de la otra, pero sabíamos cosas importantes. Nos sabíamos escritoras y talleristas, por lo tanto sabíamos que nos movía algo en común: La poesía. En el transcurso de la noche, esa lista engordó y la poesía era poesía de poetas vivxs y poesía al alcance de todos y de todas. Pero mientras sólo nos sabíamos poetas y deseosas de conocer a Hebe Uhart: Escritora y tallerista.

Hablar de Hebe nos hizo hablar de Puig: Saber ver y oír y que eso se vea en lo que escribís. Cuando quisimos darnos cuenta, ya estábamos viajando. En algunos de nuestros pocos silencios subte-rráneos, se colaron las voces de dos muchachos de treinta y tantos. "Eh, loco yo no te puedo llevar a mi casa porque mi mujer me mata. No le gusta porque siempre que te llevo a mi casa nos ponemos re en pedo... pero nos tenemos que juntar un día, eh. A jugar a la play", entre otros decires fantásticos que mi memoria ya borró. Bromeábamos y fantaseábamos con ser Hebe o ser Puig y apropiarnos de su forma de hablar, de sus tonos, de sus risas, de su complicidad y hacerla texto. Y reímos y quisimos ir a jugar a la play con ellos. Y nos pasamos. ¿O nos bajamos antes? Todavía no entendí.

Salimos del subte declarándonos impuntuales, buscando no perdernos, con un plan B bien claro: Una birra en el chino y sentarnos por ahí. Con la ayuda de al menos tres viejitos y dos policías, finalmente llegamos. Un evento en un lugar que algo tenía que ver con Tucumán. Ahí estaban Hebe, Pía Bouzas, una mujer con micrófono y una sala llena de gente llena de preguntas, pero que nada tenían que ver con la literatura. Una chilena le preguntó a Hebe sobre salir de la zona de confort. Lo qué. Pero sin embargo, Hebe no podía decepcionarnos. Para nada. Hermosa, hablaba de sus viajes, de sus búsquedas, de las simplezas que le hacen escribir, con una gracia que nos conmovió para el resto de nuestro viaje.

Nadia la invitó a la obra de teatro en la que estaba trabajando y le pidió el número, en promesa de traerla a Zárate. Yo entre los nervios solté "¿Sigue dando el taller?". Me dijo que el año que viene. Me huele a otros viajes.

Estábamos tan encantadas que nos pareció disparatada la idea de subirnos a un bondi o de meternos en un subte. Nos hubiese cortado la sensación o las sensaciones. Caminamos por Av. Rivadavia, viendo con qué nuestro viaje iba a redoblar la apuesta. Primero parecía que entraríamos al cine, pero la cara de Lali Espósito nos sacó las ganas. Continuamos.

Buenos Aires por la noche puede ser la belleza, sus luces hablan de ello y Zárate se pone celosa; o puede arrojar las imágenes más aterradoras y reales. Recuerdo un chico tirado en la calle, afuera de un supermercado, con un brazo extendido y en su continuación, un vino blanco en cartón y gotas de ese vino, ahí en frente de todos nosotrxs. Y Buenos Aires también tiene muchos secretos. Cuando quisimos darnos cuenta, Congreso ya no existía y aparecía Once y en la desaparición de Once, Almagro. Subimos por un puente y la luna seguía gigante. No me olvido de la imagen. De repente nos silenciamos y el ritmo de nuestra caminata había cambiado. Debajo de nuestros pies, pasaba el tren, acoplándose de nuestro ritmo pausado. Nadia saltaba feliz y yo intentaba procesar lo que nos estaba aconteciendo.

Bajamos del puente y nos topamos con unos chicos en el piso, fuera de una especie de casa roja. "¿Qué es acá? ¿Qué es esto?", preguntó Nadia. Un adorable chico con una camisa de colores despampanantes y sonrisita simpatía nos dijo que justo antes de que llegáramos, habían estado leyendo poesía. Más vale que íbamos a entrar. El lugar era precioso. Pequeñísimo, pero súper cálido. Habíamos descubierto una joya y nos quedábamos como bobas mirándola. El chico bonito de camisa estrafalaria y sonrisita cariñosa, puso unos temas de The cure y todo fue de película. En un abrir y cerrar de ojos estábamos tomando vino y Nadia comía una sopa paraguaya, que no era líquida pero que estaba hecha por una paraguaya, estudiante del UNA, con la que hablamos gran parte de la noche.

Nos fuimos satisfechas. Con promesas de volver, con proyectos en el bolsillo, con la experiencia. Al final, la aventura era conocernos y los frutos, riquísimos. Volví a mi casa cantando "It's Friday I'm Love"


Volver a la Portada de Logo Paperblog