Recreación de un sistema planetario alrededor de una enana roja
El Havard-Smithsonian Center for Astrophysics (CfA) ha hecho público un artículo donde reflexiona acerca de los nuevos descubrimientos sobre exoplanetas, el tipo de estrellas que orbitan y la posiblidad de encontrar vida en ellos.
En 2010 un equipo de la Universidad de California anunciaron el descubrimiento de un planeta con tres veces la masa terrestre orbitando una estrella cercana justo en el centro de su zona habitable. Este planeta era Gliese 581g, lo que orbitaba era una enana roja y lo hacía una vez cada 37 días. Su masa indicaba que, probablemente, era un planeta tipo rocoso con suficiente gravedad para sostener una atmósfera estable.
La enana roja Gliese 581 está a 20 años luz de nuestro planeta, en la constelación de Libra, y tiene en su haber dos exoplanetas más localizados en su zona habitable, uno hallado en la parte más caliente y otro en la más fría. Las diferentes teorías pueden dar más o menos habitabilidad a estos dos planetas que bordean la zona que consideramos reune condiciones para albergar vida. En estos momentos en los que estamos dando los primeros pasos dentro de la astrobiología, la habitabilidad se centra, mayormente, en que el planeta pueda tener agua líquida y atmósfera. Los factores son muchos más, pero detectar estos dos sería un gran paso.
Lo importante de este estudio se centra en el tipo de estrellas que albergan los planetas mencionados anteriormente, las enanas rojas. Se cree que un 6% de ellas poseen planetas como nuestra tierra (de nuestro mismo tamaño) orbitando en su zona habitable. Este tipo estelar es el más común en nuestra galaxia, aproximadamente un 75% de las estrellas más cercanas son enanas rojas.
Una enana roja es un tipo de estrella con una vida media mucho mayor que nuestro Sol, son mucho más antiguas. Los planetas que las orbitan seguramente se hayan formado mucho antes que nuestra Tierra y si la vida ha tenido alguna posibilidad de prosperar sería, al menos, mucho más antigua en el tiempo que la nuestra, y se supone que más evolucionada.
En este punto del estudio pueden surgir algunas dudas, a mí por lo menos se me plantean. Es lógico suponer que de sistemas planetarios más antiguos surjan formas de vida más antiguas, todo esto suponiendo un planeta con condiciones de habitabilidad adecuada que haya sido capaz de sostener vida y permitir su perpetuidad. Otro hecho es que sea más evolucionada o menos que la nuestra. Cierto que ha tenido más tiempo, y la evolución necesita justamente ese factor para ir perfeccionando los organismos sobre los que actúa, ejemplos varios corretean alrededor nuestra todos los días. Pero que haya conseguido un nivel superior de evolución al nuestro no solo depende del tiempo. Quizás el ambiente en el que se haya desarrollado sea demasiado extremo como para permitir formas muy complejas de vida, quizás tengan suficiente con haber sobrevivido en un equilibrio muy frágil.
Quizás la escasez de nutrientes, las temperaturas extremas o mil factores que no llegamos ni a imaginar no les ha permitido alcanzar un grado evolutivo que se pueda asemejar a nuestra inteligencia, o a ser capaces de constituir una civilización como la conocemos. O quizás todo lo contrario.
Lo que si es cierto es la importancia que las enanas rojas van a tener en la búsqueda de la vida en nuestra galaxia. Son más pequeñas, más frías y menos brillantes que nuestro Sol, y aún así pueden ser cuna de las más antiguas formas de vida del universo.
Solo pensar las múltiples soluciones que puede haber dado la evolución en miles de planetas diferentes a problemas similares causa una sensación de vértigo y ansiedad por conocerlo. Imaginaros lo que pueden dar de si el paso de miles de millones de años en esos planetas, pequeñas formas de vida luchando contra ambientes con una radiación elevada por culpa de una fina atmósfera, temperaturas elevadas por justo lo contrario o por encontrarse muy lejos de su estrella madre (recibiendo el mínimo de luz para sobrevivir), planetas que presentan un mismo hemisferio hacia su sol debido a su periodo de rotación y translación, con una cara con temperaturas elevadas y otra sumida en la perpetua oscuridad, lunas de exoplanetas totalmente fuera de la zona de habitabilidad,… el abanico es increíble, es majestuosamente ancho y diverso.
Quizás nunca podamos investigar un ecosistema exoplanetario, pero la verdad es que la cantidad de información y de conocimiento que nos daría sería inmenso, los saltos que darían nuestra biología, medicina y química serían enormes. Seguramente nunca veamos esto, pero lo que si tenemos a nuestro alcance son mundos como Europa, Titán o Encelado, no entiendo porque no estamos allí ya. Es imperdonable.