La conspiración taladradora me había hecho su víctima a una hora indecorosa para un detective trasnochador. Por eso, aquel mediodía, sentí un vil placer cuando desde la ventana observé a un grupo agitado de obreros intentando cerrar un surtidor de agua nacido tras agujerear en sitio indebido. Seguro que hay máquinas silenciosas que podrían hacer el trabajo sin causar el ruido y estropicio de esas perforadoras herrumbrosas. Calzadas reversibles de quita y pon. Aceras de fibra de carbono o grafeno con unos enganches en cada tramo para separar las piezas del puzzle. Luego hay que meter lo que haya que meter: tubos de agua, gas, cable, cualquier mierda falsamente necesaria y luego cerrar. Todo más cómodo y sencillo. Y no me hagáis reír con el asunto ese de que se perderían puestos de trabajo. ¿Desde cuándo la humanidad ha renunciado a unas pulgadas de confort por miedo a sacrificar unos miles de puestos de trabajo?
Resumiendo, estaba asomado en plena ensoñación mística cuando de repente flotó ante mí una larga pluma negra con dos enanos encima. El de delante tenía un casco lila, cazadora de cuero, camisa a rayas y un pantalón añil fosforescente. El de atrás con gorro de gnomo atado al cuello, era mi viejo amigo Gfunderkaltstesick conocido mundanamente como Xan das Covas, perpetuo portavoz de la Kaskarilleira Interior. Pude reconocerlos a ambos, pero no pude dejar de ser mordaz:
- Vaya, pensaba que en la Amazoníaaparte de furgos ya tenían drones para repartir paquetes.
- Menos coñas, detective, que está la cosa muy jodida allá abajo -repuso el joven extravagante.
- Déjalo, Krotchlkhliesick, es su forma de defenderse del mundo - soltó el viejo Xan antes de ponerse de pie sobre la pluma y saltar sobre el alféizar de mi ventana de la que me aparté a tiempo.- Yo soy el paquete.
El conductor plumífero nos soltó un "ata logo", apretó los lados de la pluma como si fuesen los lomos de un caballo y salió cagando leches en vuelo vertical y esquivando a una gaviota libidinosa que veía la posibilidad de aumentar la diversidad de su ya amplio menú.
Xan saltó sobre la alfombra de la sala y me soltó un precavido:
- ¿Sigues sin mascotas, supongo?
- Claro, no corres peligro.
- Hazme un té que tenemos que hablar.
Cuando volví con la infusión, él ya había sacado una minúscula taza de su macuto enano. Al terminar, lo noté más tranquilo pero con un gesto de impaciencia entre las cejas.
- Mira, Fiz, si he llegado hasta aquí en pleno día es porque estamos muy preocupados y queremos hablar con las autoridades. La situación se ha vuelto intolerable con las malditas obras.
- Y tan malditas. Muchas son innecesarias o están en sitios inoportunos, pero dan la impresión de actividad, de que se hacen cosas y eso les permitirá sacar partido en las elecciones. No importa lo que se hace, importa dar la impresión de que sí se hace.
- Pero tú sabes que los enanos somos los encargados de guardar el tesoro de la ciudad en nuestras cuevas subterráneas. Si siguen cavando impunemente, si siguen urbanizando hasta el último metro disponible, tendremos que abandonarlo y largarnos. Kaskarilleira se convertirá en una ciudad sin esencia, otra ciudad muerta que parece viva.
- Nunca supe en qué consiste ese tesoro que decís guardar.
- No puedo darte detalles por el secreto profesional, pero entiende que no tienen por qué ser objetos tasables y de valor para los humanos. Quizás unas lágrimas derramadas en una derrota, unas gotas de sudor en el viejo asedio, una sonrisa de plenitud tras una victoria decisiva, hasta una carta de amor convertida en bola de papel atrancada dentro de una alcantarilla. Los gobernantes deben ser sensibles a esos asuntos.
- Los mandamases solo piensan en lo concreto, no están para cuestiones poéticas. Tus argumentos no les convencerán para ser más cuidadosos o frenar las obras.
- Muchas de las asociaciones a las que les reparten el dinero tampoco hacen nada concreto y a veces no tienen ni afiliados.
- Pero están en nómina y vosotros no. Además levantaríais suspicacias si salierais del armario. Las asociaciones os verían como competencia desleal, los racistas y xenófobos tendrían un objetivo contra el que luchar y llamándoos "enanos" puede que alguna gente se sintiera ofendida. Ahora hay mucha gente con ganas de ofenderse.
- Nosotros sí que estamos ofendidos. Mierda.
(Capítulo 57 de Kaskarilleira Existencial. Aquí están sus otras historias)