El horario diurno es más o menos silencioso. No se oyen coches y hay muy poca circulación. De vez en cuando, aparece el sonido de los envases de vidrio al caer en el container y… el de las aspiradoras. Y en algunos casos, son más intensos y no los acabo de identificar : súper máquinas de succión o de corte con radial de los manitas caseros que se han lanzado a las reformas en el confinamiento.
La banda sonora parece estar perfectamente sincronizada y nunca hay demasiadas melodías superpuestas y, precisamente por eso, la aspiradora turbo del vecino se oye mucho más…
Por la noche, todo cambia. El silencio es profundo y me sorprende. Hay una gran calma y ni siquiera pasa esa moto con el típico tubo de escape sonoro, que me fastidia el pulso en las fotos de la luna…
Es muy agradable. El aire huele bien y sabe bien.
El cielo está nítido y veo más estrellas y más brillantes de lo que es habitual.
Y la luna ahí está, ubicándome en la realidad y en la insignificancia de siempre y creciendo, ajena a nuestra pandemia.
Preciosa.