La Ciencia Ficción, probablemente sea uno de los géneros con menos prestigio en la sociedad. Muchos piensan que la Ciencia es aburrida, otros creen que el género habla robots y extraterrestres gelatinosos que luchan con rayos láser. Desde luego que tienen de esas cosas, pero este género puede plantear situaciones inverosímiles de futuros, pasados o universos ligeramente distintos al nuestro, y desde esa posición, analizar los aspectos más controvertidos de nuestra sociedad.
Actualmente estoy leyendo El Martillo de Dios, publicado por Arthur C. Clarke en 1993. La historia plantea un futuro en el siglo XXII, donde se descubre un asteroide con rumbo a nuestro planeta. La humanidad está colonizando la Luna y Marte, y tiene que planear algo para evitar la destrucción del planeta Tierra. A diferencia de películas Hollywoodenses como Armageddon o Deep Impact (por alguna razón, las dos de 1998), en este libro se hace mucho más énfasis en muchos otros aspectos sociales, políticos e históricos. Clarke logra describir la evolución del planeta con apariencia bastante realista de los próximos doscientos años.
El siguiente fragmento corresponde a lo que sería una declaración del Papa Juan Pablo IV en el año 2032, con una Iglesia Católica que sigue en pie, y debe enfrentarse a problemas cada vez más insoslayables en una sociedad tan cambiente. En ese momento el asteroide no había sido descubierto, pero en los años siguientes la religión mundial tomaría formas diferentes con la aparición de formas de entretenimiento de realidad virtual, y el lanzamiento del equivalente a biblias en ese formato. El texto me dejó pensando un buen rato.
—Hace exactamente cuatro siglos, en el año 1632, mi predecesor, el papa Urbano Vlll, cometió un consternador desacierto: permitió que a su amigo Galileo se lo condenara por enseñar lo que ahora sabemos que es una verdad fundamental, que la Tierra gira alrededor del Sol. Aunque la Iglesia se disculpó ante Galileo en 1992, ese espantoso error le asestó un golpe demoledor a su postura moral, golpe del que nunca se recuperó del todo.
"Ahora, ay, ha llegado la hora de que admitamos un error todavía más trágico: como consecuencia de su obcecada oposición al planeamiento familiar a través de medios artificiales, la Iglesia ha desbaratado miles de millones de vidas y ha sido responsable, lo que es irónico, de favorecer el pecado del aborto, entre aquellos demasiado pobres como para mantener los hijos que se veían forzados a traer al mundo.
"Esta política llevó a nuestra especie al borde del derrumbe. Una inmensa sobrepoblación despojó al planeta Tierra de sus recursos y contaminó todo el ambiente del globo. Para fines del siglo XX todos se dieron cuenta de ello... y, sin embargo, nada se hizo. Oh sí, hubo congresos y se emitieron resoluciones en cantidad innumerable, pero hubo muy poca acción eficaz.
"Ahora, un descubrimiento científico esperado desde hace mucho, ¡y temido desde hace mucho!, amenaza convertir una crisis en una catástrofe. Si bien todo el mundo aplaudió cuando los profesores Salman y Bernstein recibieron el Premio Nobel de Medicina, en diciembre pasado, ¿cuánta gente se detuvo a meditar sobre el impacto social de la obra de estos dos investigadores? A mi solicitud, la Academia Pontificia de Ciencia hizo precisamente eso; sus conclusiones son unánimes... e inevitables.
"El descubrimiento de las enzimas de superóxidos, que pueden retrasar el proceso de envejecimiento al proteger el ADN del cuerpo, ha sido considerado un triunfo tan grande como lo fue el descifrado del código genético. Ahora, según parece, el lapso de vida humana saludable y activa se puede extender en, cuando menos, cincuenta años, ¡y quizá mucho más! También se nos dice que el tratamiento será relativamente económico. Así que, ya sea que lo queramos o no lo queramos, el futuro será un mundo lleno de vigorosos centogenarios.
"Mi Academia me informa que el tratamiento con eso también prolongará el período de fertilidad humana en tanto como treinta años. Las conclusiones a que esto da lugar son demoledoras, en especial si se tienen en cuenta pasados fracasos desconsoladores en el intento por limitar los nacimientos apelando a la abstinencia y al empleo de los, así llamados, "métodos naturales"...
"Hace ya varias semanas, los expertos de la Organización Mundial para la Salud han entrado en cadena con todos sus miembros. La meta es la de establecer lo más pronto —y lo más humanamente— posible el a menudo discutido, pero nunca logrado salvo en épocas de guerras o pestes, crecimiento poblacional cero. Y aun eso puede no ser suficiente: puede que lleguemos a necesitar crecimiento poblacional negativo. Durante las generaciones venideras, la familia con un solo hijo puede que tenga que ser la norma.
"La Iglesia es lo suficientemente sabia como para no luchar contra lo inevitable, en especial en esta situación radicalmente alterada. Dentro de poco voy a emitir una encíclica que contendrá pautas sobre estas cuestiones. Se la redactó, me permito agregar, después de realizadas plenas consultas con mis colegas, el Dalai Lama, el Supremo Rabino, el imán Muhammad, el Arzobispo de Canterbury y la profetisa Fátima Magdalena: coinciden conmigo por completo.
"Muchos de ustedes, lo sé, encontrarán difícil —incluso, angustiante— aceptar que prácticas que la Iglesia otrora estigmatizó como pecado, ahora tienen que convertirse en obligación. En un punto fundamental, empero, no se ha producido modificación de la doctrina: una vez que el feto es viable, su vida es sagrada.
"El aborto sigue siendo un crimen, y siempre lo será. Pero ahora ya no hay excusas —ni necesidad alguna de ellas— para cometerlo.
"Mis bendiciones para todos ustedes, cualquiera sea el mundo en el que me estén escuchando.
Juan Pablo IV, Pascua de 2032.
El libro es otra joya de cincia ficción dura, como "2001: Odisea en el Espacio" y "Cita con Rama" y puede descargarse de aquí.
El problema del crecimiento catastrófico de la población fue abordado por muchos autores, entre ellos Isaac Asimov con La metáfora del cuarto de baño.