Recibimos este silloncito de regalo. Estaba en perfecto estado, incluida la rejilla que tan delicada es... Sólo necesitaba encolarse por algunas partes, y de ahí la cuerda que veis abajo. Después de dudar entre pintarlo o no, tuvimos claro que lo haríamos en cuanto encontráramos el momento... La verdad, estamos un poco vagas con lo de pintar; desde que no tenemos el taller en marcha se han desvanecido las ganas. Por eso, el Covid que una de nosotras pilló hará unas tres semanas, fue el incentivo para sacar los pinceles... Algo que agradecer al bichito...
Aunque ahora se puede hacer vida normal, y es verdad que la que ha pillado el Covid no ha faltado ni un día al trabajo, en sus ratos de ocio ha estado más tiempo en casa, y pensó que era el momento que estaba esperando para pintar.... Se instaló en la cocina con buena música (fundamental) y...,
…, así quedó terminada.
Este cojín, aunque no lo parezca, es Tailandés y tiene mil años... Pero nos encantan sus colores y queda perfecto para proteger el asiento del uso diario.
Y es que el silloncito se va a quedar en el dormitorio como descalzadora, también para coser, pues ese rincón tiene muy buena luz... ¡Se le va a dar uso, vaya!
Podemos decir que el Covid tuvo la culpa de que ahora luzca así de coqueta y renovada...
¿No os parece?