Revista Libros
DOS DIOSAS
Cuando viste el rostro de la felicidad te sentiste decepcionado:
esa mujer durmiente de rasgos vagos,
la más adorada y la más nombrada,
la menos conocida de todas las diosas,
que reina sobre los mares con calma,
los jardines en flor, los interminables días de sol,
y te decidiste a no servirla jamás.
De nuevo se te acercó el dolor con el abismo en los ojos,
la diosa jamás invocada,
la más conocida y menos comprendida de todas,
que reina sobre los mares tempestuosos y los navíos echados a pique,
sobre los presos con cadena perpetua,
y sobre las onerosas maldiciones que con los niños descansan
en el vientre de sus madres.
VIERGE MODERNE
No soy una mujer. Soy un neutro.
Soy un niño, un paje y una decisión valiente,
soy un rayo risueño de un sol escarlata...
Soy una red para todos los peces voraces,
soy un brindis en honor de todas las mujeres,
soy un paso hacia el azar y la ruina,
soy un salto hacia la libertad y el yo...
Soy el susurro de la sangre al oído del hombre,
soy la fiebre del alma, el deseo y la negación de la carne,
soy una señal de entrada a nuevos paraísos.
Soy una llama, buscadora e insolente,
soy agua profunda pero atrevida hasta las rodillas,
soy fuego y agua en comunión libre y leal...
LA PRINCESA
Todas la noches se dejaba acariciar la princesa.
Pero el que acaricia sólo acalla su propia hambre
y el deseo de ella era una mimosa tímida, un cuento con los ojos
muy abiertos ante la realidad.
Nuevas caricias llenaron de un sabor agridulce su corazón
y de hielo su cuerpo, pero su corazón aún quería más.
La princesa conocía cuerpos, pero buscaba corazones;
jamás había visto un corazón que no fuera el suyo.
La princesa era la más pobre de todo el reino:
había vivido de ilusiones demasiado tiempo.
Sabía que su corazón debía morir y desmoronarse por completo,
pues la verdad corroe.
La princesa no amaba las bocas rojas, le eran extrañas.
La princesa no reconocía los ojos embriagados con hielo al fondo.
Todos eran hijos del invierno, pero la princesa era del sur más
lejano y no tenía caprichos,
ni dureza, ni tapujos, ni astucia.
*