Hay mucha mentira en estas cosas del fútbol sevillano, y créannos, de esto sabemos algo. Basta con que se investigue un poco, se aplique una pizca de método comparativo, y voila, aparece y se desvela la realidad como por arte de magia.
Las diferencias entre una afición y la otra de esta ciudad de Sevilla son abismales. Mientras que las audiencias se han disparado en las finales que ha disputado el Sevilla FC, (algunas fuentes hablan que la de la UEL rozó los 200 millones de telespectadores a pesar de ser televisado en cerrado en España, y 160 millones han visto la final de copa) otros se esfuerzan y empeñan patéticamente en superar en algunos miles de aficionados en la asistencia a su estadio.
Ya veremos qué ocurre cuando el Betis no tenga más remedio que poner sus abonos al mismo precio que pagan los sevillistas, y que no apliquen esa trampa tan recurrente de hace algunos años de poner abonos por fases, en el que pagan la mitad en la primera vuelta, y si quiere vuelva a abonarse en la segunda, eso sí, contamos solo los socios dados de alta en la primera, porque en la segunda, ni la mitad.
Benito Villamarín, quizá el presidente que desveló los defectos que ahora necesitan convertir en virtudes, los ponía en su sitio adecuadamente, sin ambages, y les calificaba como de ‘béticos de taberna’, cuando se les pedía un esfuerzo mínimo por su Betis, y estos miraban hacia otro lado para escurrir el bulto. Don Manuel fue más compasivo en la definición del bético estándar, y solo les llamó criaturitas. Era una cuestión de simple definición a aquellos que dejaron desamparado a su equipo en 1936, (antes de la guerra, quede claro) cuando nada más y nada menos que la mitad de los socios abandonaron el barco de un Betis campeón de Liga, pero en ruina y a la deriva, que la propia guerra, como si de una cortina de humo se tratase, se encargó de reflotar en pos de la fascista política de pan y circo.
Y hoy queremos detenernos en un detalle significativo, del que hemos podido darnos cuenta en estas finales que el Sevilla FC ha protagonizado con desigual suerte, y esta es la actitud ante la derrota.
Madrid, 22 de mayo de 2016, el Sevilla FC pierde su final frente al FC Barcelona, pero vende cara su piel, el Barsa suda sangre para poder ganar al equipo sevillista, y lo califica como una de las finales más costosas de su historia, frente a un Sevilla FC que acaba de ganar en Basilea el pentacampeonato de la UEL pocos días antes, no teniendo prácticamente tiempo de prepararla.
Como decimos, el Sevilla FC pierde, su afición acude en un número en torno a 15.000 seguidores, al menos 7.000 han acudido sin entrada, y están en los alrededores del estadio Vicente Calderón. El equipo, derrotado y cabizbajo, se acerca la grada sevillista y ocurre esto.
A tenor por las imágenes, nadie acertaría cuál es el equipo campeón en esa lid copera nacional. En Basilea, la afición sevillista que acudió en número de poco menos de 7.000 aficionados, se comió literalmente a la afición del Liverpool con 28.000 asistentes. Solo se escuchó a la afición sevillista.
Sin embargo queremos comprobar cómo se comporta ante la derrota el club que presume de afición. Ya saben, esos aficionados que se crecen al grito del “manquepierda”, mil veces alanceado, pero que resurge como el ave fénix sacando fuerzas de flaqueza para batallar frente al enemigo sevillista.
Encuentre usted las diferencias. Al fin y al cabo ellos juegan habitualmente lo más parecido a una final, en esas cosas que llaman “derbi”, cuyo máximo rival es el Sevilla FC, que es al que deben batir para ganar ese trofeo imaginario. Al fin y al cabo, un club es de mentira, unos dibujitos animados, y el otro un club serio, que juega al fútbol y no a llenar su estadio. Siga encontrando las diferencias.
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